Fin de año y apaguen la luz
Por Miguel Donayre Pinedo
Los fastos de fin de año son un torrente de frases y de tópicos. Me aburre, pasan por la tele el gol de Iniesta ante Holanda, no sé cuantas veces, que me provoca hartazgo o las chorradas de las más noticias más destacables del año como si no hubieran noticias a la extinción de este. Es para correr y no parar, y me fuerzan a sacar mis estrategias de sobrevivencia de estos pesados días de fin de año. Miro la ventana y el clima bajo cero tampoco anima. Los suplementos culturales son los peores a fin de año. Sacan el libro del año. Que pesadez. Sería mejor elaborar un anuario de las publicaciones, no esa división perversa y maniquea de los victoriosos o fracasados. Es entrar en ese juego del sistema editorial tan palurdo y sin gusto. Es más, tengo la sospecha que es una carretera abierta por las editoriales eso de sacar el libro del año (cuando hay numerosos buenos libros). Hay que advertir que muchos de esos libros seleccionados, casi todos, han perdido garra. Apenas rasguñan como decía Lessing, a través de unos de sus personajes, no son libros clásicos, que hablan de filosofía. Son libros de viajes que no hacen pensar. Con tanta crítica parezco un abuelo cascarrabias, felizmente hay los buenos libros donde refugiarse y el enfado se diluye. Esos que nunca pasan de moda.