ESCRIBE: Percy Vílchez Vela
Entonces en las redes sociales comenzó a circular un video de desoladas tomas, de tristes imágenes. Era una sala o un auditorio o un lugar de actos culturales que debió estar rebosante de gente, desbordada de público. Y los asientos estaban vacíos. No había nadie en la`presentación del libro de la escritora chilena Rosío Fernández. Ella había invitado a amigos y conocidos a su fiesta personal y privada en el local edil de Valparaíso. Y todo se frustró, como tantas cosas en la vida de cualquiera.
En verdad escribiendo, en estos tiempos del auge de las redes sociales, de los medios de comunicación, no es muy novedoso lo que pasó con la escritora chilena. Yo mismo en Lima, en Lisboa, en San Joaquín de Omaguas, tuve la ocasión de presentar mis libros a solas. Pero en la capital portuguesa el acto cultural era solo para los estudiantes de la universidad de Coimbra. Por lo demás, en la historia literaria no faltan casos de presentaciones fallidas.
El poeta francés Charles Baudelaire sufrió en carne propia el vacío de los asientos. Sucedió que mientras recitaba algunos de sus poemas los imbéciles de espectadores, sin sospechar que estaban ante un talento que iba a perdurar hasta el día de hoy, abandonaron el recinto y se fueron a perder el tiempo en cualquier parte. El autor de Las flores del mal debió sentirse mal ante ese vacío, pero no perdió los papeles y, al final, se inclinó como saludando a los venideros que ahora somos todos nosotros.
Es cierto que en el presente el nivel de los presentadores ha disminuido, que algunas presentaciones suelen ser huachafas. La sala vacía entonces amenaza al libro de nuestro tiempo. La única manera de evitar esa ruina es escribiendo mejores libros y haciendo mejores presentaciones.