A través de la historia se han creado muchos mitos y realidades que giran alrededor la leche materna haciendo que las madres, especialmente las mamás primerizas, hagan o dejen de hacer cosas importantes para alimentar a sus hijos.

Durante y después del embarazo, la mujer sufre cambios drásticos en su cuerpo: el vientre se acopla al nuevo ser que está en crecimiento y los senos empiezan a producir leche.

La poca información que se divulga sobre la lactancia materna, los beneficios de amamantar y el vínculo afectivo entre madre e hijo muchas veces dan lugar a los falsos rumores. La leche materna es el único alimento que llena las necesidades de un bebé durante sus primeros dos años de vida.

Mitos y verdades

Se cree que dar de mamar hace que los pechos se pongan flácidos y caídos. Este es un argumento sin fundamentos por el cual la mayoría de mujeres no amamantan a sus hijos. “Los senos son glándulas sostenidas por músculos que están diseñados para proveer alimento al bebé”, aseguran varios expertos.

También se cree que el niño se queda con hambre porque solamente la leche no satisface sus necesidades, así que las mamás optan por complementar la alimentación con atol o algún alimento parecido. La leche materna es de fácil digestión, por eso no aparenta llenura. Los bebés defecan un 20% de la leche que no digieren.

El usual comentario «mi hijo no quiere pecho, quiere pacha”. Esto suele suceder cuando las enfermeras del hospital, en lugar de entregarlo a la mamá para que sea amamantado, les dan un biberón creando un rechazo al pecho.

La leche materna es el único alimento que contiene todos los componentes necesarios para el desarrollo de los bebés. Antes de todos los avances tecnológicos para producir leche en polvo o compotas, la lactancia materna ha sido la única forma de alimentación de los recién nacidos.

Ahora que ya conoces los mitos y realidades a cerca de la primera y mejor forma de alimentar a los bebés recién nacidos, puedes formarte un mejor criterio para hacer lo mejor para ti y tú pequeño.