Entre las selecciones que arribaban al mundial pelotero de Brasil, llegó la escuadra peruana. Los vibrantes hinchas de esa nación, seres dominados por la ilusión mundialista contra todo pesimismo, fueron a recibir a sus ídolos. Entre los lemas que corearon se distinguió nítidamente la palabra del consuelo, la palabra de la esperanza, la palabra de la fe que se fortalece: Qatar. Donde los incaicos jugarán sus mejores partidos con la de cuero. En una de las sedes del mundial carioca, los peloteros de la perulería se quedaron unos días, tiempo suficiente para que los representantes de las delegaciones chilena y ecuatoriana pusieran el grito en el cielo pues pensaban que los muchachos de fantasía habían sido invitados a jugar esa justa universal. Pero se trataba de otra cosa.

Sucedió que los bravos peruanos estaban de paso, pues habían sido invitados a jugar un partido de beneficio por los preses de Bolivia. El partido fue jugado después en un patio sin hierba ni gras, los arcos no tenían travesaño y el país del inca perdió por goleada ante futbolistas aficionados, entre los cuales destacó Evo Morales. La derrota fue por goleada y ese resultado adverso no fue lo peor que paso a esos peloteros desfasados.

Lo más grave fue la increíble lentitud de los peloteros de la blanca y roja. Por ejemplo, para sacar la pelota el arquero se demoraba media hora. Un defensa para patear un tiro libre requería de 20 minutos. Un delantero para hacer un simple pase a un compañero cercano necesitaba 45 minutos sin descuentos. No se trataba de estrategias para evitar más goles. Era la manera de jugar que tenían esos peloteros     que en verdad nunca le ganaron a nadie, y el futuro es ahora tan incierto que los más pesimistas sostienen que el pelotismo nacional será descalificado oficialmente de toda competencia internacional.