Manuel Rosas: una orgía verbal.

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Existe una teoría de la comunicación que se llama El espiral del Silencio ampliamente estudiado por el español Miguel Rodrigo Alsina. Consiste en que todo aquel que se envuelve en una dirección al informar o tomar posición sobre un punto arrastra a la opinión. Aquel que se distancie de esta vorágine que representa el espiral, ya sea por independencia o por realmente diferenciarse de esa direccionalidad es visto como diferente, indebido, insulso, apestado y en todo caso es minoritario, indefenso e inofensivo. Cuando esa opinión es abiertamente mayoritaria es intimidante y no queda más que insertarse en el espiral.

 Ese espiral en Iquitos se llama Manuel Rosas. El periodista que arrastra masas incrédulas con su espectáculo en el micrófono. Lo seguía hace años cuando hacía periodismo directo en la ciudad y, aunque siempre me llamó la atención su protagonismo histriónico y esa capacidad de showman radial, pensaba que más temprano que tarde esa insólita garganta y sus decíbeles exagerados se apagaría con la aparición de otros espirales.

Después de varios años compruebo que no es así. Es más, esta especie de virrey de las comunicaciones se siente casi solo en su comarca, mirando a sus colegas semi plebeyos desde la Atenas de su frecuencia sin ánimos de enfrentarse abiertamente porque se sabe inmune. Es más, lo copian, lo imitan, tratan de parecerse y en el camino se vulgarizan, peor aún, sabiéndose que no poseen ese compendio que es entender la realidad amazónica y sus actores, esos JB(s) de Manuel Rosas caen en la huachafería, no logran provocar esa orgía de pasiones que salen del verbo popular que maneja.

Este formato que gana discípulos cada vez más en varias ciudades y por supuesto en la capital, a veces con matices de intelectualidad, otros sólo con alharaca, en Iquitos tiene tal vez su máximo exponente. Aunque pueda ser sinónimo de sintonía más de no necesariamente de confianza, la temática parece cada vez más convertirse en un género nuevo. Hace dos días un sector de vecinos se enfrentaba al funcionamiento de un local de baile llamado Habanna. Con el látigo de la advertencia el periodista casi al finalizar su programa sentenció solemnemente que al día siguiente llevaría a su reportero para que los vecinos en “mancha” manifiesten su posición.

Advirtiendo que tenía publicidad con el grupo musical de la competencia, recitó ante la opinión pública un verso que parece la consigna o sello irrefutable que impone en el inconsciente de la sociedad: “antepone los intereses de los vecinos a esa publicidad”. Esa actitud no tiene nada de extraño si no fuera por la demostración natural de poder ante el micrófono. Al día siguiente el administrador estuvo sumiso casi indefenso declarando que haría lo que sea para solucionar el ruido. En realidad este es sólo un ejercicio, una calistenia de lo que puede hacer con candidatos y autoridades cuando él lo decide.

En esta secuencia planificada de ante mano en lo que podría llamarse producción radial, se traspasa de la indignación de algunos vecinos hasta la alegría de tocar la música de la orquesta en pleno noticiario como si fuera una cortina más, un coqueteo con este grupo que ya cuenta con la espada de Damocles de su verbo. Resaltando ante la opinión una y otra vez, que sus intereses son los primeros. Se consagra y el oyente que en realidad es espectador refuerza su sintonía.

Una sentencia de la radio popular – comunitaria ahora llevada con inusitado éxito a la radio comercial se cumplió: solucionar los problemas de la gente, antes que el alcalde o la policía o el propio juez y como las instituciones son débiles o inexistentes o peor aún sordas y corruptas no hay mejor recurso que el periodista – político. En ese papel Manuel Rosas es un torbellino que genera espirales sin dejar rastro de su paso. Si la comunicación oral requiere de artistas, éstos no se van a formar en las aulas necesariamente, pueden pasar por ahí, pero requieren de mucho esfuerzo y talento, algo de lo que está lleno las alforjas de Rosas Mattos.

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1 COMENTARIO

  1. Pero seria bueno preguntar al espiral Manuel Rosas Mattos, porque se peleó con Iván Vásquez Valera, si es cierto que fue porque le quito publicidad en el GOREL y ya no gana los miles de soles mensuales por este servicio….Porque a decir verdad el espiral se rompió, cuando ya no había billete y se puso en contra.

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