Bosé y la isla

Desde la Palma surqué los cielos con la ilusión de llegar a ti. Soñé entre nubes con todo aquello de un azul para no olvidar. Vino a mi mente todas las cosas que me contaba abuelo de ti. Estar tan cerca de todo aquello, de tantas cosas para vivir. Sentí de pronto que me envolvía un aire nuevo y una sonrisa. Pisaba el suelo que tanto amé y tan real lo que yo sentía. Era tu voz, tu mirada serena, tu cielo abierto me recibía. Y un olor nuevo de piel morena, apacible en el tiempo, una mano de vida. Habana, hermosa dama del Caribe. Habana, hace la herida entre dos mares. No hay poeta que no te vea y no se rinda a la hermosura de tu gente y de sus calles. Habana, adormecida y en tu letargo, sigue soñando con el amor que te sepa. Un beso que te despierte y sentirte viva dejando tu traje gris y poder volar. Habana… Mi Habana. Y poder volar. Mi amor. Mi Habana, mi Habana. Mi Habana. Haaaabbaaaannaaaa.

Habana, estás golpeada por las olas no sólo del mar Caribe sino por los vecinos del frente. Tu gente se pasea con la sonrisa de la vida, aquella que nadie podrá quitarla por más bloqueo que se imponga. Tu cielo es inversamente proporcional a la solidez de tus principios y cambia como no lo hará nunca tu dignidad. Tu cielo se aclara más tarde que en todo el continente pero has despertado más temprano que todos. Así eres tú, Habana, alzada entre fortalezas y patrimonio como quien conserva lo antiguo sin renunciar al presente. Eres más de lo que dicen quienes te admirar y menos de lo que afirman quienes te critican. Estás por encima de las nubes y ya alcanzaste la eternidad. Al recorrer tus calles se comprueba que eres poesía. En verso y prosa, pero poesía en fin. Los poetas tienen que rendirse a tus pies. Dime, en cualquier idioma, cómo has hecho para mantenerte viva. Varias veces me invitaron a tu velorio y nunca apareció el muerto. Será que siempre estás viva. Siempre. Siempre. Habana, La Habana, Caribe, El Caribe. Que pongan el artículo todos antes de mencionarte. Pero que pongan algo y que no te quiten nada. Hermosa dama del Caribe. Olé.

El primero lo interpreta magistralmente Miguel Bosé. A veces en dúo, a veces con Alejandro Fernández. El segundo es una cosecha de este pechito con todo el amor del mundo hacia una tierra amorosa y de gente más amorosa aún. El primero tiene música, cadencia, pentagrama y puede ser cantado en el karaoke que usted prefiera. El segundo está en prosa para ser leído en cualquier ocasión. Pero tanto lo primero como lo segundo están escritos con el amor que provoca Cuba y los cubanos. A sus pies me rindo, por los siglos de los siglos. No hay amén que valga. Y que me perdone Miguel, sí Miguel Bosé. Porque lo de Arjona tiene más ingrediente político, ya tú sabes.