Los periodistas adictos y facturadores del gobierno regional de Loreto fueron convocados de emergencia por Pedro Salazar Angulo. En la reunión éste les informó que las cosas habían cambiado y que a partir de la fecha todos aquellos que cobraban mensualmente tenían que cumplir otras funciones a parte de realizar las faenas normales de sobonería y de franela. En primer lugar, tenían que convertirse de la noche a la mañana en atentos porteros para cumplir labores de vigilancia y así evitar que inescrupulosos se infiltren en la planta lechera. En segundo lugar, tenían que  limpiar con sus pañuelos o sus camisas los lugares por donde iba a caminar Fernando Meléndez para así evitar que la autoridad regional se ensucie los zapatos. En tercer lugar, tenían que armar una cuadrilla de vigilancia para custodiar las salidas y entradas del gobernador.

De esa manera los periodistas servidores de Fernando Meléndez pasaron a formar parte de un colectivo vergonzante que no se contentaba con alabar la gestión, con defender cualquier cosa, con atacar a los rivales políticos, sino que desempeñaba otras funciones bajas. Era común entonces encontrar a periodistas de porteros, limpiadores y guachimanes que armaban broncas a los demás. El micrófono, la cámara de televisión y la pluma pronto fueron abandonados y los supuestos periodistas se dedicaron exclusivamente a proteger a Meléndez. Muy pronto todos ellos recibieron uniformes militares y armas para que cumplieran con su cometido. Así fue como Fernando Meléndez se convirtió en la única autoridad regional que andaba protegido por periodistas armados.

En el presente, los periodistas armados salen delante y detrás del gobernador de Loreto, evitan que las personas se le acerquen a pedirle algo  y meten golpe a todo aquel periodista que quiere hacerle alguna pregunta incómoda. Lo curioso del caso es que Fernando Meléndez no está contento con esa protección y quiere más periodistas guachimanes a su lado.

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