Los malos congresistas

Los respetables señores congresistas regionales o consejeros no trinan ni graznan. Por lo menos producirían esos agradables sonidos de vez en cuando, lo que equivale a decir que cumplirían cabalmente con sus sagradas funciones. Entonces pasarían gallardamente todos los meses por cajatambo. Pero no hacen gran cosa cada día y  también le entran a los viajes, con viáticos y todo. Viajan y regresan con esos informes gaseosos sobre esto y lo otro. No pasa nada con esas gestiones pero cobran a dos manos llenas  y no fiscalizan como debería ser de acuerdo al manual de funciones de un consejero promedio. No fiscalizan con pruebas contundentes, pero cobran otra vez y se lavan las manos de otro importante deber de función.

Es el de verificar los gastos de inversión pública del canon y sobre canon.  Ni la tos les da ese dineral que ha entrado a raudales a algunas entidades y que seguirá entrando a esas arcas hasta que se acabe el petróleo. Nunca hemos escuchado algún balance inicial, un informe con cifras redondas y rotundas, algunas recomendaciones sobre esa fortuna, de parte de algún consejero mosca. Nada de nada. Los respetables señores o ignoran la ley sobre ellos mismos o se lavan las manos. O se hacen los locos y pasan piola. Y cobran cada mes como si cumplieran con sus funciones. Y nadie dice nada.  Como si la plata nos sobrara. “No hay plata”,  es la frase de ayer, de hoy, de más tarde. Pero no afecta los consejeros.

Es un error creer que los respetables señores congresistas regionales o consejeros  solo sirven para sentarse cada semana y hablar en las sesiones, para hacer quórum y poder cobrar la afamada dieta. Es un error considerar que los consejeros solo están pintados  en el asiento o en la pared. O que sirven para lanzar ordenanzas como la de Yurimaguas.  La ley regula sus actos. La ley les obliga a cumplir funciones importantes para la buena marcha de la región.