Ni la presencia del albañil de última hora, el alcalde Euler Hernández que tenía la sana costumbre de reparar personalmente agujeros de las pistas de su  distrito, pudo impedir que el forado de ocho metros ubicado en la cuadra diez de la avenida La Participación volviera a abrirse. Era la cuarta vez que le reparaban y el burgomaestre punchanino contratado ventajosamente puso sus mejores empeños en cambiar la historia de ese bache que se había abierto tres veces. Pero ni las mezclas más puras de cemento, ni la habilidad en el uso de los instrumentos de construcción,  pudieron evitar la nueva tragedia.

Todavía no se extinguía el bullicio del joropo que se armó durante la inauguración de esa obra, cuando amaneció convertido en un enorme forado de más de 20 metros. Era increíble que nadie pudiera hacer nada para reparar ese tramo y en un principio nadie reaccionó debido a la sorpresa del incidente, pero ante las protestas de las personas afectadas que tenían que dar una vuelta para desplazarse, se hizo una reunión de emergencia donde estuvieron las más altas autoridades de la ciudad. Era el momento de buscar una salida definitiva, pues no se podía vivir amenazados por ese forado y reparando en vano.  Fue así como don Euler Hernández no fue contratado nunca más para reparar agujeros,  y luego de un debate alturado  se decidió construir un subterráneo.

Eso fue el origen de la actual arteria debajo de la tierra que comunica a Iquitos con Nauta, pues mientras los expertos construían esa vía alterna  la tierra se fue abriendo más y más hasta arribar a la citada urbe. De esa manera se logró la conectividad que tanto hacía falta. Lo malo del asunto es que a cada rato hay derrumbes en varios tramos de ese dilatado subterráneo.