Pasito a paso, despacito, sin esperar un poco, un poquito más, el Reintegro Tributario y su reciente anulación está provocando el incremento de muchos productos de primera necesidad. Y como todo el debate se gestó y se quedó en el terreno político, dejando a un lado lo técnico y, he ahí el detalle, lo social jamás fue tomado en cuenta, por eso el efecto colateral o efecto rebote se siente en las tripas del ciudadano de a pie. A María y a Juan, o a Teresa o José, hace ratos les viene sacudiendo su raquítica economía familiar.

Más allá de querer discutir si está bien o mal que lo hayan anulado, en lo personal pienso que se ha manoseado y desinformado tanto al respecto, en medio de la coyuntura electoral pasada, donde Meléndez y compañía estaban en una orilla y en la otra Barcia y su entorno en la otra. Eso, simplemente que quede en la conciencia de cada quien y que el tiempo, en un corto periodo téngalo por seguro, nos dirá su verdad.

Lo cierto y concreto es que subieron de precio varios productos, sobre todo alimentos de la canasta básica familiar. Pura especulación, aprovechamiento y hasta boicot por parte del grupo de empresarios a los que les cerraron el caño el 31 de diciembre pasado, han salido a decir muchos. Consecuencia, efecto, remesón económico que pasará pronto, han señalado otros. Lo cierto es que el pasaje en mototaxi hace ratos ha subido a 2.50 y 3.00 soles, el de transporte público de pasajeros -los colectivos- subirá de 1 sol a 1.50, es decir un incremento del 50 por ciento. El pan nuestro de cada día con el alza parece que tendrá que ser el de cada semana.

Cuando cuestionan, critican y hasta insultan al poblador rural y pequeño comerciante del por qué están vendiendo la yuca, el ají dulce, el pepino y culantro a más precio cuando ellos no tienen nada que ver con la existencia o no del RT, pues simplemente nuestra mirada miope de citadino nos delata.

María, Juan, Teresa y José, al contrario son víctimas de estas decisiones que se toman al más alto nivel – no siempre por gente de nivel-, por eso cuando traen sus productos el transporte les aplica cincuenta céntimos más. En la farmacia la pastilla para la fiebre o cólicos ya tienen otro costo. En la tienda grande, a donde acuden después de vender sus cositas, las pilas, velas, aceites y conservas ya no cuestan igual. Si antes compraban dos o tres unidades, ahora solo les alcanza para llevar uno. Y, entonces, ¿les seguimos pidiendo que vendan su verdura al mismo precio?  No seamos mezquinos e injustos, pues.

Si bien es cierto estamos en una economía de libre mercado y que es poco o nada lo que pueden hacer las autoridades en cuanto al control o regulación de los precios, debemos todos los ciudadanos sentir que por lo menos hay una voluntad, una preocupación por lo que se está atravesando. No es el caos, ni la alarma está en luz roja, pero de que los sectores de pobreza y extrema pobreza lo están padeciendo, eso no lo podemos esconder ni tapar.

Que se viene la lluvia de millones, que le quitaron el bendito reintegro a una elite empresarial y a cambio, en compensación, el gobierno central soltará harto billete a Loreto, es cierto. Pero, cuidado, no olvidemos el canon petrolero y cómo fuimos tan cabezas huecas -nuestras autoridades en particular- de tirar toda esa plata al río. Vamos con pie de plomos y vigilantes. Que se invierta adecuada y responsablemente cada centavo de ese presupuesto. Pero, por favor, no le demos la espalda a lo social porque Loreto, no es solo Iquitos.

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