ESCRIBE: Héctor Tintaya La gran lección de este proceso electoral es que la gente quiere un cambio de donde venga y a cualquier costo. De hecho; la irrupción de Rafael López Aliaga al escenario nacional así sea un rancio político que niega partidarismo pero que hace todo lo que hace un político tradicional para trepar como sea en las encuestas, es un claro síntoma de esta exigencia. Lamentablemente para él y sus acólitos ser desnudado en sus negocios y sus propios torpes errores de carencia de estadista, por más que algunos consideren que esto no es necesario en el Perú, hicieron que “porky” se desinfle en los últimos días. Aun así, para muchas porciones electorales de diversos sectores él representa el cambio, de derecha, apolítico o lo que fuese, asumen que trae el cambio. Algo similar sucede con el profesor Pedro Castillo. Representa el cambio o al menos la profundización de lo que plantea su lado político y que tal vez Verónika Mendoza no supo apuntalar desde el inicio. Por miedo talvez a los grupos de poder mediático, por querer edulcorar a caviares capitalinos o por simple estrategia o convencimiento que ese es el camino actual que requiere la izquierda en el Perú. Lo cierto es que su colchón electoral requería un discurso electoralmente ofensivo y no sólo una declaración que se convirtió en un espacio común, se desgastó o fue insuficiente: cambio de Constitución. No podríamos decir con certeza que finalmente pesó un machismo electoral y social tan escondido y muy en forros nacionales y que también pueda haber pesado que sus candidatos en provincias no daban la talla, todo esto junto puede haber hecho que sus expectativas se hayan enfriado. En ambos casos el discurso del cambio está muy presente. Obviamente vistos los porcentajes de este clamor no necesariamente representan en números una clara opción de triunfo. En el medio están aquellos que creen que confiando en los que ya tuvieron su oportunidad – como partido o como candidato – debe ser lo oportuno en estas condiciones de emergencia, pero esas porciones se han diseminado en cifras por lo que la voluntad del cambio es lo que prevalecerá para saber quiénes pasan a segunda vuelta o ganen finalmente en junio. La ventaja del López y Castillo es que su impronta en la campaña ha sido ad portas de la elección y no habrá tiempo para expiar sobre un talvez un legítimo y muy peruano camaneolismo político. Además, existe un claro valor político potente de identificarlo con la humildad y vocación por el hecho de haber sido dirigente y sobre todo docente. Si todos están identificados como “más de lo mismo” o dinosaurios del poder y la política, que irrumpa un maestro con su lápiz al menos es un símbolo y una ruta para los electores. Obviamente el perfil del elector peruano al momento de votar da para que esas interpretaciones que se presentan como fenómenos electorales en un momento, queden en la puerta del horno. Lo único cierto es la prevalencia del cambio.hectortintayaferia@gmail.com