ESCRIBE: Gerald Rodríguez Noriega
Muchas veces cuando queremos comprender la “realidad regional amazónica”, suele pasar que de esa “realidad”, creemos que tenemos poca referencia. Lo que tenemos es un mundo amazónico, y el mundo amazónico es aquello que hacemos entre todos a partir de nuestras disposiciones, manipulaciones, percepciones, etcétera. Describiendo el mundo amazónico sólo nos estamos describiendo una y otra vez a nosotros mismos.
Aristóteles afirmaba que existen expresiones que no son proposiciones, no siendo por lo tanto ni verdaderas ni falsas. Las expresiones de la poesía serían de ese tipo. El poeta puede cometer errores lógicos sin que por ello deje de ser correcto lo que hace. En su Poética, Aristóteles admite igualmente que, de acuerdo con la pretensión de verosimilitud de la obra, era lícito que el poeta utilizase lo irracional, e incluso lo absurdo, si con ello el argumento aparecía más racional y convincente. Situando lo que dice Aristóteles a nuestro contexto, en la Amazonía hay una lectura desde la ficción y desde la ciencia para empezar a entenderla, pero ¿qué significa leer la Amazonía?
En realidad, qué significa leer un tiempo, una sociedad, un país, y para los amazónicos, ¿qué significa leer la Amazonía, este vasto territorio con una larga historia de resistencia a las imposiciones de cambios? En esta tierra se perpetuó en un algún tiempo la violencia contra quien defendía el bosque, donde ni los que se hacen llamar ahora “defensores de los pueblos amazónicos” salieron en defensa de los más de 30 mil indígenas muertos por los caucheros, y ahora salen a decir que son defensores de la Amazonía tan solo porque reciben dinero de organizaciones internacionales. Para leer la Amazonía hay que saber sobre estos vacíos históricos que existen, porque nadie fue defensor de la Amazonía más que los mismos amazónicos. Leer la Amazonía significa buscar entendernos, dedicarnos un momento a saber qué significa ser amazónico, para qué somos amazónicos, o por qué somos amazónicos, y esto no tiene nada que ver con patriotismo, ni chauvinismo, ni independentismo, sino que tiene que ver por comprender nuestra identidad, reconstruir nuestra identidad que ha sido destrozada, y lo sigue siendo, para a partir de eso forjar una nueva sociedad amazónica, pero todo esto parte por saber leernos como amazónicos, saber qué historia es la que se sostiene nuestra existencia, que dolor es la que heredamos en la sangre, que traumas acarreamos en nuestra historia. Leer la Amazonía es leer sus ficciones que nos ayudarán a encontrar la soñada coherencia de ser amazónico.
Cuantos de los amazónicos hemos entendido que “La peruanidad de Maynas”, de José Barletti, no es un libro de la celebración patriótica burguesa, sino que nos ayuda a comprender cómo Loreto, más que un pedazo de tierra que se pone en disputa por dos países, es un territorio de larga lucha de resistencia por sus habitantes (no de los que nunca dijeron nada ante la entrega de territorio amazónico o los que salieron en la defensa de Loreto, porque con la entrega se vieron afectados en sus negocios y luego se mostraron como “Patriotas”, sino de lo que viven de ella como el hombre bosquesino), desde la colonia, por conservar lo que se cree que es suyo, que nunca le perteneció a Ecuador, sino que es territorio, más que peruano, propiamente del hombre amazónico. O cuantos hemos comprendido o por lo menos analizado “El hombre bosquesino” de George Gasché, o por lo menos habernos quedado a pensar en lo que quiso decir Percy Vílchez en “El linaje de los orígenes”. Cómo pensamos entender la Amazonía, si no se nos dio por entender “Napoleón en la floresta” de Miguel Donayre, porque creemos que eso es labor de los estudiosos, cuando no conozco a un académico de la Amazonía que por lo menos esté intentando resumirnos nuestro pasado para comprender el presente y los males de la Amazonía.
Leer la Amazonia es también ocuparnos del mito, porque creo que los únicos mitos que merecemos defender son aquellos que están fundados en una realidad viva, aunque esta no sea conforme a nuestras costumbres más arraigadas. Crear nuestro mundo amazónico responde a una necesidad, la necesidad de ficción. La creación amazónica tiene un órgano: la imaginación, capaz tanto de fijar las percepciones, de reproducirlas y de jugar con ellas como de elaborar conceptos y teorías. Crear un mundo amazónico es dar sentido, organizar lo que acontece, transformar el acontecimiento en suceso. Crear un mundo amazónico es provocar una imagen reflexiva, es representar, mostrarle a la conciencia amazónica aquello que la conciencia parece incapaz de ver cuando no está ordenado en un sistema que permite el reconocimiento.