Recuerdo cuando estaba en el primer año de la Facultad de Derecho un familiar me dio una propina, una suculenta por cierto, que no reparé en detalles y me compré libros entre ellos uno de Sartre ¿Qué es la literatura? En un contexto donde mis riñas con el Derecho era día sí y día también, el libro de este pensador francés me vino de perlas. Avivó mi convicción por la Literatura (así con letras grandes) sin soslayar al Derecho. Era una hercúlea tarea, vivía (o vivo) en medio de esas tiesuras. Al terminar Derecho, eran los años ochenta, investigué para la tesis de bachiller un tema de Derechos reales de connotación pública, como es la defensa y protección de los bienes culturales que en Isla Grande es un valor a la baja por los continuos atropellos de las autoridades y de la población poca sensible a estos bienes. En las búsquedas bibliográficas me tropecé, circunstancialmente, con una entrevista a Fernando De Trazegnies sobre los bienes culturales, él había escrito artículos novedosos en el diario “El Comercio”, y en el gorro de la entrevista se aludía a un libro que había publicado “Ciriaco de Urtecho, litigante por amor”, fue una revelación. El libro lo he traído hasta Madrid, está casi ilegible, por las anotaciones a los márgenes, subrayados, comentarios a párrafos enteros. Gracias al libro De Trazegnies, miré al Derecho de una manera diferente a lo que tradicionalmente se enseñaban en las aburridas aulas de Derecho de la Facultad. La mayor parte de los profesores eran plomizos con una visión decimonónica sobre el quehacer jurídico que luego, esa misma mirada, se repetía en el ejercicio profesional. Con el enfoque De Trazegnies el Derecho cobraba otro sentido, prueba de ello es su libro “En el país de las colinas de arena” sobre la inmigración china a Perú y otros que no cito para no agobiar. Su propuesta era un derecho vivo, de constantes interpretaciones, de buscar una simétrica argumentación, daba paso a la lúcida y múltiple interpretación de la norma. Alejado del “legalismo pop” tan reinante en las aulas y juzgados. Con esas ideas sobre el derecho trabajé en los temas de medioambiente y pueblos indígenas en la floresta. Era un duro esfuerzo porque, muchas veces, ambas visiones colisionaban. Siempre vivía, y vivo, en esas tensiones. Pero, en el mar de esas tiranteces lo que me han salvado fueron las lecturas, como las De Trazegnies, habidas durante este viaje. Han hecho que la vida tome otro cariz y la existencia más llevadera. 

*El título entrecomillado de esta crónica corresponde a unas palabras de Joan- Carles Mélich. 

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