Lecturas del estío
Por Miguel Donayre Pinedo
El gazpacho refresca momentáneamente. El calor de canícula agobia. Sientes que las gotas de sudor caen sobre el teclado. Sueles bañarte hasta tres veces al día o más, es el estío. Cuando los calores recrudecen suelo levantarme más temprano para leer una novela. Es una de las mejores horas y hay menos calor, coges el fresco del amanecer. Dicen que Cervantes comenzó a escribir el Quijote bajo estos calores ¿Qué hacía para combatir la modorra, el aplatanamiento? Seguro que guardaba sus secretillos y estratagemas para que esta no la perturbara. Percibo que cuando no tomo o esquivo mi dosis de lectura diaria siento que me falta algo, estoy como los cafeinómanos sin sus dosis de café al día, no funcionan. Se cruzan los chicotes como decimos los peruanos. Estoy leyendo un libro de Paul Preston, de más de 800 páginas, sobre el holocausto español, lo que significó la guerra civil en España. Me cuesta, a veces, entre capítulo y capítulo me vencen las lágrimas. Es la crueldad fraticida elevada a la enésima potencia. Y paralelamente, la novela de Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos, de casi mil páginas, sobre la guerra civil española. Con esa peculiaridad de Muñoz Molina de escarbar y zambullirce lentamente en el espíritu de sus personajes. Una gran novela. Se puede atisbar que mientras la historia narra los hechos, la literatura se entromete en las sensibilidades y emociones de una época. Que siga el verano.