[ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel].
Era el quinquenio del segundo belaundismo. Es decir, después de julio de 1980 y antes de agosto de 1985. El arquitecto visitaba Iquitos y debía recorrer desde el aeropuerto hasta Punchana, donde se inauguraba el moderno –con helipuerto incluido- Hospital Regional “Felipe Arriola Iglesias”. Tenía que transitar por la calle Ramón Castilla y en el cruce con la calle Atahualpa la pista estaba en malas condiciones a pesar de su reciente inauguración. Como el arquitecto no podía darse cuenta de la mala obra los acciopopulistas locales que manejaban la administración en lo que se llamaba Corporación de Desarrollo de Loreto (CORDELOR) no tuvieron mejor idea que llenar de arena la intersección y pintarla de negro para simular que estaba cubierta de asfalto. Por supuesto que el arquitecto y su comitiva ni se fijaron en el detalle y el hecho fue narrado por más de un periodista radial.
Desde Arequipa nos llega la noticia que el puente Chilina, que con sus 562 metros de longitud se ha convertido en el viaducto urbano más largo del país, se inauguró con una fiesta multitudinaria. Horas después, cuando la fiesta acabó y las miles de personas que acudieron terminaron de tomarse fotos, el moderno puente se cerró. El puente se inauguró sin estar terminado. El mismo domingo por la tarde, obreros continuaban pintando la señalización en la calzada. Otros, sembraban pasto en los taludes donde el domingo se colocó una malla verde para dar la impresión de que los jardines estaban listos. También falta terminar la construcción de veredas y bermas, y el asfaltado de vías aledañas.
Hace algunos meses el Presidente Ollanta Humala llegó hasta el Colegio Sagrado Corazón acompañado de funcionarios de Telefónica del Perú para inaugurar la conexión de internet en banda ancha y lo que se denomina la señal 3G. Hasta una niña –pulcramente adiestrada por los funcionarios de dicha empresa- se alegró por la banda ancha y repitió un slogan que usaba Movistar para promocionar la conexión de los teléfonos celulares. Muchos días después de esa ceremonia recién se pudo gozar de esos servicios pero con las deficiencias por todos conocidas.
Sirvan estos tres hechos para reafirmar que desde las más altas esferas del poder aquello de las inauguraciones incompletas y las ceremonias protocolares de puestas en funcionamiento de un determinado servicio tienen la antigüedad de nuestra vida republicana. Y quizás desde la Colonia. Las farsas oficiales no son exclusividad de los loretanos ni de los arequipeños. Ni de Ollanta Humala o Fernando Belaunde. Es del sistema, como le llaman.