La vapuleada palabra
Por Miguel DONAYRE PINEDO
La clase política cava su propia tumba. Abusan del sentido común de los ciudadanos y ciudadanas. ¿Cómo es posible de lo que antes reprochaban en la oposición lo hagan cuando son gobierno? Nadie les entiende. Desde luego esos reproches eran por el vicio de ser oposición. Oponerse por oponerse sin tener un dedo de frente ni pensar en los intereses del país, esa coletilla es para darle mayor solemnidad patriótica [creo y sospecho que ningún político la tiene, es una sobrevaloración de ellos mismos sobre este sentimiento patrio]. Esas marchas y contramarchas hacen que la ciudadanía no se fíe de ellos. Los pongan a duda y por qué no a caldo por sus estupideces. Con conductas como éstas hacen que el desgano sea general, pero no sólo en España o Perú, que son democracias de baja intensidad, sino en muchas de las democracias por el orbe. Esto supone que hay que hacer algo. No nos podemos quedar mano sobre mano. En una aldea Uitoto, la maloca es el sitio donde se privilegia la palabra, es el lugar de la palabra. En nuestras democracias la palabra ha devenido en feble. Por eso hay que promover mecanismos de control más a la raya como la rendición de cuentas periódica e interactiva. Político o política que no cumpla lo que se dice, sencillamente, que se vaya a su casa o a la cárcel en caso que cometiera algún delito. Hay que revalorizar la palabra.