La toma de la plaza  

La plaza 28 de Julio es el centro espiritual e histórico de esta ciudad. No es, por lo tanto,  un sitio a la deriva y sin importancia para que sea utilizado como agencia de ventas navideñas o como pabellón para patrocinar ferias pascuales. En esta ciudad y sus alrededores hay sitios suficientes para albergar a vendedores, rematistas, cachupines, papanoeles y otros ciudadanos empeñados en hacer su billete en las fiestas que se vienen. Nos parece un desliz, por decir lo menos, haber habilitado ese lugar como una salida desesperada para descongestionar el tumulto habitual de Próspero. El argumento de que ello es esporádico, transitorio, porque luego se buscará un lugar para esos vendedores, no nos convence.

Porque en esta ciudad las promesas no siempre se cumplen. Y tantas obras mencionadas con insistencia hasta ahora no ponen ni la primera piedra. Visto desde otro ángulo la cosa es más grave: el impulsar desde el poder edil la invasión atropellada de la plaza 28 revela una absoluta falta de previsión, de planificación, de acción inmediata contra los problemas urbanos. Los inconvenientes están siempre allí, a la vista y paciencia de todos y todas. La solución al desbarajuste navideño de Próspero no está en la plaza 28 de Julio. Ni como medida transitoria, eventual. Eso suena a pereza, a falta de reflejos, hasta a desidia. Lo que más urgencia requiere ese lugar es una remodelación o una modernización para que deje de ser un lugar deprimente sobre todo en horas de la noche.

Lo que queremos decir en este editorial es que después de la feria vendedora, después de las ganancias, las cosas no pueden quedar como antes. Como casi siempre. Esa plaza debe ser mejorada, convertida en otra cosa.  En el centro espiritual de Iquitos como una manera de repensar la urbe, de aprovechar los ámbitos nuestros.