Las conferencias semanales del doctor Alex Zhavoronkov, experto en el arte de prolongar la vida y de retrasar el arribo de la muerte, vienen conmocionando a la ciudad de Iquitos. Las gentes de estos lares, que quieren vivir más de la cuenta, que siempre ha buscado prolongar sus días sobre la tierra, que pueden imaginarse de repente en los predios de la inmortalidad, llenan el auditorio de una conocida y prestigiosa entidad para escuchar a ese profeta de los nuevos tiempos. Este dice a los cuatro vientos que es posible superar los cien años de edad gracias a una serie de medidas tendientes a evitar los errores, los excesos y las irresponsabilidades clamorosas, que acortan desde antes los días de hombres y mujeres.

 

 

En forma convencida,  y con cierto aire de fanático, el aludido está convencido de que gracias a una especie de dieta permanente, a unos cuidados constantes y a unas renuncias puntuales, los seres humanos pueden cambiar el destino trazado de sus vidas y retrasar el deterioro y el envejecimiento. El calcula que una persona puede vivir  tranquilamente 150 años. Para ello debe cambiar de estilo de vida, evitar los venenos a la hora de su alimentación, no casarse ni en broma y no tener hijos. A esas medidas se suman los prodigiosos adelantos tecnológicos y científicos de nuestra época  que hacen posible la supresión de ciertas enfermedades.

 

El doctor Alex Zhavoronkov no es cualquier charlatán de tres por cuatro. Es flamante director de la Fundación de Biogerentología de Moscú. En su agenda personal figura viajar por distintos lugares del mundo predicando como un profeta moderno su doctrina de prolongación de la vida. Tampoco es un teórico solamente que gusta hablar sin poner en práctica su prédica, puesto que desde hace tiempo hace todo lo posible para cumplir con lo que dice y así vivir sus buenos 150 años.