La pasión turca. Estambul y Pamuk (5)
Por Miguel DONAYRE PINEDO
En la rentrée a Madrid husmeo la obra de Pamuk sobre su ciudad, Estambul. Ciudad y recuerdos. Sus memorias sobre esta urbe en la que vivió gran parte de su vida y en el mismo edificio Pamuk, herencia ancestral. No es una mirada de adulación, zalamera o sensiblera. Por el contrario, quiere mostrar otra cara, la que el turista de paso desconoce. Entre la lectura de este novelista turco y lo que el viajero percibe en la ciudad hay una diferencia. Pamuk es un lector y conocedor de los mares de fondo de Estambul. No es un estambulí que se regodea en su pasado [como podría pasar a muchos con la bonanza del caucho y que nos dejado un serio pasivo en la reflexión como urbe, como región]. El vive esa pesada herencia con un tono de amargura, pero de amargura existencial. Que no se conforma con las aproximaciones idílicas, edulcoradas, simplonas. El otea la pobreza de la urbe, se rebela contra esas identidades de imitación [muchos quieren ser occidentales sin saber por qué], de esas tradiciones culturales que se cruzan y que son vorágines con fuertes corrientes internas como la del Bósforo. Es muy curioso que sobre Iquitos, por lo general, hay anotaciones de viajeros, pero muy poco de sus propios habitantes. Sí lo hay son contadas con los dedos de la mano o en su defecto adolecen de esa visión empalagosa, de falso romanticismo. Es una gran lección de este Premio Nobel de amor a su terruño.