La pasión turca. Lienzo de tradición y modernidad (2)
Por Miguel Donayre Pinedo
Muy temprano como a las cinco y media de la mañana desde uno de los minaretes de la MezquitaAzul, escucho la invocación a la oración de un almuédano. Es muy temprano, me recordaba a una similar invocación a misa de unos evangelistas en una comunidad por el río Marañón, era casi oscuro y mataban el sueño que guardabas. Cantaban muy alto. Aquí en Estambul igual, durante el día oyes esas llamadas a los rezos desde las mezquitas al lado de guapas muchachas vestidas al modo occidental, seguro con las mismas preocupaciones: la chamba, los amores, los desamores, la hipoteca de fin de mes, el trabajo. Lo mejor del día eran los desayunos, todavía saboreo esas aceitunas aliñadas magistralmente. Un café turco que para mi gusto es muy amargo, pero que lo tomaba sin rechistar. Ese día fuimos a patear [caminar hasta el cansancio] alminares. Primero, la de Santa Sofía que cumple con el rol de museo. Es esplendorosa. Allí encuentras las mezclas de las huellas de la Historia.Hayiconografía cristiana- católica y a contrapunto, la presencia musulmana. Una tensión interesante y compleja a la vez. Es inmensa. Luego fuimos a la MezquitaAzul, con una función religiosa y está orlada de gaviotas, a espaldas está el Mar de Marmara. Para entrar hay que despojarse de los zapatos y observas a los fieles hombres antes de entrar se lavan los pies. En la nave principal del templo miras a devotos rezando con dirección a La Meca.Lasmujeres están juntos a los turistas, en un plano menor. Como toda religión que deriva de la religión judía es fuertemente machista. Al salir de este recorrido comimos un simit, una rosca o rosquete con ajonjolí, muy agradable y recobras fuerzas de cara al frío. Casi al frente de estos lugares santos está un aljibe, es un centro de control del agua. A varios metros de profundidad. Se camina en claroscuro. Una gran obra de ingeniería hidráulica. Al salir nos dirigimos a comer algo para ir al Gran Bazar, uno de los guías turísticos para congraciarse al escucharnos hablar español nos dice: de Madrid al cielo y sonreímos. En estas aceras caminas mucho más seguro que en cualquier ciudad de América Latina, sin temor a los robos y asaltos. La marcha entre dos mundos en este estuario es muy gratificante.