Por: Gerald Rodríguez. N
Hemos cumplido 199 años de independencia, 199 años de ser la réplica de una de las peores repúblicas, que no hemos terminado se ser una independencia torcida, desde sus inicios, desde aquel día en que los criollos de Lima no creyeron en el proyecto del Perú como república. Somos una independencia colonial, criolla, lobista, racista, corrupta y caduca. La independencia en el Perú nunca fue realmente una independencia, solo fue un cambio de pacto, un cambio de patrón, el cambio de una ojiva por otra más destructora. Y no fue después de la derrota con Chile, en “La Guerra del pacífico”, que la cuestión indígena y su cultura ancestral fue preocupación de republicanos, que la liberación de los indios esclavos del Perú colonial nunca fue el pilar de la independencia. El Perú es una república donde su clase colonial no se entiende como parte de la historia peruana, hasta por estas mismas épocas, entonces he ahí que siempre serán una burguesía anti-patria, una burguesía vende patria. Y que estos defectos políticos, sociales, culturales burgueses en el Perú genera cada cierto tiempo proyectos “Nacionalistas que abrazan ese pasado y esos defectos para una nueva operación experimental, anclando el prestigio de la república. La república afrancesada de los primeros impulsores en el Perú nunca dejó der ser un proyecto cosmopolita excluyente de la verdadera clase oprimida. Eso se ha heredado hasta ahora. Y es que, si pensamos que somos el “Perú, país de mañana”, sentado en este banco de oro que se nos desgasta, seguiremos siendo la misma promesa de más de 200 años que nunca dejará de ser esa misma promesa de civilistas, de guaneros, de salitreros, de caucheros, de extractores, de los pradistas y los leguiistas, también de los pesqueros, y todos eran el centro de una esperanza, la misma esperanza que hoy agoniza. Y todos eran patriotas mientras que la patria les daba dinero, mientras que “valíamos un Perú” para sus carteras, pero ahora que recuerdo que alguna vez que leí en Samuel Johnson que “el patriotismo es el último refugio de los canallas”, siento tristemente que somos un país que “vale una canallada”.
Doscientos años que somos un disco rayado que siempre repite lo mismo, el mismo vals que bailamos solo lo que sobramos en esperanza diluida, somos el mismo país en la noche eterna de la nada. Y llamamos cultura a esos que solo aprendieron a toser ante un micrófono de radio, a eso que solo aprendieron a escribir para satisfacción del patrón. En el Perú llamamos político al matón, al cuatrero y al buitre que mata por su líder, al que vende su alma a las transnacionales. Pero en el Perú se celebra la huachafería de la independencia sin ser realmente libres, con un país fraccionado, informal, colonial, disfuncional políticamente, un país que es un proyecto de fracaso. Estamos llenos de violencia, desde la vida interior donde no soportamos ser cholos, ni apellidarnos como los cholos. El Perú se niega ser, no acepta su condición chola, porque ser cholo en el Perú apesta. Ser cholo en el Perú debería ser un delito. No hemos superados nuestro complejo y ya estamos felices de celebrar 200 años. No nos hemos reconciliado, ni hemos terminado de reconocernos como país, y ya estamos pensando en la celebración del bicentenario. No hemos mejorado nuestro sistema de salud, educación, nuestras leyes excluyentes, nuestro sistema de justicia precaria y nuestro sistema político deplorable, ni siquiera hemos avanzado en la descentralización del cien por ciento de poder en las regiones y ya no creemos maduros para afrontar nuevos retos. ¿Qué retos vamos asumir, si aún no hemos terminado por cumplir con los anteriores? ¿Seremos quizás un país de mentiras? ¿Hasta cuándo seguiremos siendo un país de errantes, para aceptarnos como un país de todas las sangres? Pienso que por un rato más nos acostumbraremos por aceptarnos como un país colonial, hasta una próxima independencia, mejor o peor.