En un tramo de la carretera que va de Iquitos a Nauta, los altos consejeros del gobierno regional de Loreto  cavaron sendas tumbas y se enterraron dejando solo sus cabezas al aire libre. Era el momento de una protesta masiva porque no les pagaban sus dietas. Durante meses no habían podido cobrar y siempre les decían que dentro de poco, el próximo mes o el mes entrante. Pero nada. El simulacro de entierro era la más radical protesta que los elevados funcionarios encontraron para que de una vez por todas les pagaran. Antes habían hecho marchas de protesta, mítines y dado declaraciones a la prensa contra esa injusticia.

El líder más visible de la campaña del entierro, el que más insistía en el billete, era el señor Guido Coronel. Antaño había sido una especie de cachupín en funciones y gratuito de don Fernando Meléndez, pero como el dinero manda en cualquier circunstancia de la vida, en  determinado momento se olvidó de su triste papel y se dedicó a gestiones de cobranza diaria. Era empecinado en su intento, ya no parecía él e inclusive lanzaba amenazas a la gestión de su antiguo líder. Al no obtener nada, salió con la cantaleta del entierro en un tramo de la mentada carretera.

Dicho entierro fue preparado con anticipación y contó con el apoyo de una funeraria que puso los implementos mortuorios para que la cosa tuviera una mayor contundencia. El inconveniente mayor del asunto fue que pese a todo el gobierno regional no pagó la deuda de los señores consejeros.  Estos hasta el día de hoy siguen enterrados en la arena con las cabezas afuera. Los protestantes están como de vacaciones forzadas y no hacen sesiones, no investigan y esperan, con evidente impaciencia, que les paguen  lo que les deben.