La ciudad de algún momento

En la agenda política de estos lares y arrabales, de esos bosqueríos y boscajes,  es notorio el viraje de la alcaldesa Adela Jiménez. Ella, en una cruzada sin precedentes, defendió a capa y espada al controvertido Charles Zevallos. En otras palabras, se la jugó por el besador en toda circunstancia. Tanto que por momentos parecía obsecuencia. Nadie hubiera sospechado que una vez en el pequeño trono edil, la señora Jiménez  iba a tomar distancia ante su antiguo líder. La gestión se le está yendo en esa faena. Y nos parece que se puede convertir en todo un problema que al final redundará en contra de su misma gestión.

No puede seguir gobernando en contra, porque puede terminar combatiendo contra fantasmas. La señora Adela Jiménez es arquitecta de profesión. Desde antes, imaginamos,  debe tener en su carpeta de planes y proyectos profesionales un modelo de ciudad, un sueño de urbe. Es la gran oportunidad de su vida de poner en práctica en Iquitos y otros lugares algo de ese diseño. Nadie ignora que desde antes, desde siempre, ha faltado un plan maestro para Iquitos y otras ciudades. El plan catastral, por ejemplo, la primera medida que debe hacer toda gestión edil moderna que se inicia, jamás se hizo.

Lo que quiere decir que se gobierna un poco a la ligera, un poco a lo que salga, un poco obedeciendo a ciertos intereses, sin pensar en la arquitectura de una ciudad moderna. En la ciudad que queremos habitar en algún momento. Debido a ello, por ejemplo, tenemos tantos inconvenientes con algo tan normal y natural como las crecientes de todos los años y los desengaños. Porque el crecimiento de las urbes es vegetativo, desordenado y caótico. En estos predios hay que comenzar de cero, prácticamente. La ciudad que esperamos, está allí, todavía. Y qué mejor que una arquitecta para que la haga posible.