Jet lag
Por Miguel DONAYRE PINEDO
Uno de los accesos más oportunos y sin coste para el cine latinoamericano, al menos, en mi caso, lo hago en los viajes transatlánticos. Hay veces que no se puede leer con tranquilidad y sosiego –un inoportuno párvulo gritando ante la impotencia de sus padres, y el cine es la mejor pócima-. Esta vez el avión partía casi a la medianoche y entre dormir y no dormir opté con una buena dosis de cine amerindio. Me comí dos películas argentinas y una brasileña con financiamiento italiano si no me equivoco. Las películas argentinas tienen su aquel, lo digo porque generalmente lo hacen descendientes de judíos –mayoritariamente askenazí. Sí, son una suerte de Woddy Allen pero con sabor sudaca– aunque ese adjetivo les cueste asumir a los porteños que también tiene su encanto de la neurosis de identidades perdidas. Son películas que exploran las interioridades de sus personajes. Se meten en sus tripas. Patas que son abandonados por sus mujeres y viceversa, mujeres con muescas tratando de recomponer relaciones afectivas al igual que hombres desnortados y que esconden sus sentimientos, hermanos peleados por motivos de herencia, hijos que tratan de recomponer emociones con sus padres entre otras muchas historias. No son grandes relatos sino relatos cotidianos lo que nos puede pasar a nosotros. Ese es su gran valor.