Este año se cumple cien años de la publicación de una obra que no envejece y que su influencia en la novela contemporánea ha sido y es vital porque la renovó en la forma y contenido. Nos estamos refiriendo al «Ulises» de James Joyce, después de esta, la novela no volvió a ser la misma. Muchos acuden a Cervantes en la relectura y otros se citan con Joyce, hay que volver a ellos por sus enseñanzas en este oficio. Según algunos apostilladores, Joyce recibió el testigo de Cervantes en la renovación de la novela. Se refieren a la manera y modos de contar una historia. En mi mesa de noche tengo la compañía de los dos a los que siempre acudo para sus consejos. En Perú, si mal no recuerdo, Carlos Eduardo Zavaleta, escritor caracino, fue uno de los primeros en darnos a conocer a Joyce en la literatura peruana. En la Amazonía, que es una comarca literaria diferente a Perú, no tengo información quien la introduce. Sería bueno saber quién nos acercó a este brillante escritor irlandés.

Recuerdo que hace unos años, en un viaje a Dublín hicimos un «Bloomsday tropical» con F. El Bloomsday es el 16 de junio, fecha importante en la vida del strittore, los devotos lectores de Joyce hacen un paseo literario vistiendo atuendos de época y leyendo párrafos del «Ulises» por sitios emblemáticos de Dublín. Joyce se demoró diecisiete años en terminarla que desde ya es una lección literaria antes los apuros de muchos, por estos tiempos, de publicar aunque sean carillas de gran levedad. Como amazónico, añadí a ese paseo por el Dublín de Joyce, visitar la tumba de Roger Casement en el cementerio de Glasnevin. Como sabemos, gracias a este comisionado se puso luz al mundo de la sangría y muertes de integrantes de pueblos indígenas en el Putumayo. Así que hicimos un paseo literario a nuestra medida con olor de trópico húmedo y un ejemplar del «Ulises» en inglés que compramos en el The James Joyce Centre.

En mis años verdes de la universidad, me compré el «Ulises» en una edición traducida por José María Valverde, avancé gran parte de la novela, pero no pude concluirla, he tenido varios intentos o asaltos fallidos al texto. No es una novela fácil, cuesta sudor, Joyce era consciente de eso, a los lectores nos lo pone difícil, hay que perseverar. Pero quedé turbado de las técnicas literarias, de su destreza en el uso del monólogo interior y del manejo del lenguaje. El escritor Enrique Vila- Matas tiene una novela «Dublinesca» sobre el Bloomsday, recordemos que él y un grupo de escritores son fervientes seguidores de Joyce.

Años después volví a leerla con más decisión hasta terminarla, en la edición de José Salas Subirat, del Círculo de Lectores, que tiene en la cubierta un dibujo de Joyce y es de color azul, como fue la cubierta de la primera edición en inglés – los párrafos citados en esta crónica son de la edición de Salas Subirat, la compré en la Cuesta de Moyano en Madrid. Me había leído de por medio biografía como «El libro más peligroso. James Joyce y la batalla por Ulises», de Kevin Birmingham, ensayos y artículos sueltos. Hay un texto de reciente publicación de Eduardo Lago, «Todos somos Leopold Bloom. Razones para (no) leer el Ulises», que es una sugerente cartografía de este peregrinaje joyceano, Lago reconoce que en el «Ulises»: «Hay que afrontar el reto de la lectura como si se tratara de una peregrinación. Lo que cuenta es llegar hasta el final».

Reconozco que en este viaje contaba con más equipaje para sumergirme en Joyce, me puse un propósito, como los japoneses que no pintan el ojo que falta de la daruma hasta cumplir con el objetivo. Partía de la idea que Joyce es un escritor que pintarrajeaba los márgenes, así podemos entender que él alude a la floresta transcontinental. Mientras leía la novela me topé con un párrafo que sonó como un campanazo dentro de mí, no daba crédito, Joyce alude al caucho ¿Qué? Sí al caucho, señala:

Bueno- dice JJ-, si en algo son peores a los belgas en el Estado Libre del Congo deben de tener su historia ¿leyeron ese informe por uno que… cómo se llama?

-Casement- dice el ciudadano-. Es un irlandés.

-Sí, ése es el hombre- dice J. J.- Violando mujeres y niñas y azotando a los nativos en el vientre para sacarles todo el caucho rojo que pueden.

Recordemos que Casement hizo dos informes relevantes uno para el caso del Congo, y por ese informe se le comisiona venir a la Amazonía donde pergeña el famoso «Libro azul» de las muertes de indígenas del Putumayo. Lo que nos lleva a preguntar ¿Conocía Joyce cuando escribía el «Ulises» el informe del Putumayo? Un pie de página, en la novela «Los anillos de Saturno» de  W. G. Sebald, también se menciona a Casement, el escritor alemán da una razón de la sensibilidad de Casement, de ponerse en el pellejo del otro, al momento de elaborar los informes del Congo y del Putumayo.

Iba de sorpresa en sorpresa en este viaje por el «Ulises». Folios más adelante, a través de la voz de un marinero cojo, que fanfarroneaba que conocía mundo cita a los indios antropófagos de la floresta, señala:

-¡Craan! Así. Y he visto antropófagos del Perú que comen los cadáveres y el hígado de los caballos. Miren. Aquí están. Me la mandó un amigo.

Sacó a tientas una postal de su bolsillo interno, que parecía una especie de depósito y la empujó sobre la mesa. Tenía impreso lo siguiente: Choza de indios. Beni. Bolivia.

Todos concentraron su atención sobre la escena reproducida: un grupo de mujeres salvajes con taparrabos rayado, en cuclillas, parpadeando, amamantando, arrugando el entrecejo, durmiendo entre un enjambre de chiquillos (debe de haber habido una buena veintena de ellos) delante de algunas primitivas chozas de sauce.

Sentí un calambre dentro de mí por estos hallazgos. Mi conclusión es que Joyce, por ser un escritor de márgenes, alude a situaciones más allá del centro como lo que ocurrió con el caucho en el Congo o de los indios antropófagos, que primero dice Perú y resulta ser Bolivia, que es parte de la floresta continental. Ambas citas dan pie a desmigar lo que escribió Joyce sobre el caucho y los indios antropófagos (el lienzo de Christian Bendayán con el título de «Indios antropófagos», seguro que le hubiera dado otra idea).

Finalmente, por esos mismos tiempos de la publicación del «Ulises», se publica la novela de Virginia Woolf, «Los años», que transcurren en plena gresca del informe Casement, pero ella no lo alude para nada a él, a pesar que en la novela aborda la peliaguda situación política de esa época. Woolf explora los márgenes más íntimos relacionados a la situación de la mujer. Me parece que estas dos citas son los pasaportes de Joyce de ingresar al mundo literario del palustre y, curiosamente, ningún escritor de Perú y alrededores lo ha mencionado.

P.D. Para terminar, en este «Bloomsday tropical», es necesario citar que en este mismo día de junio, el fallecimiento de la actriz amazónica Ofelia Montesco, en Ciudad de México en 1983, hace ya treinta y nueve años.

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