IMÁGENES CAUCHERAS EN LA HABANA (II)

El conde de Rialto o teniente coronel Ambrosio de Funes y Villalpando, una de las primeras autoridades coloniales de Cuba, se vinculó sin saberlo y de manera forzada con la explotación cauchera, con el controvertido Julio César Arana. Cuando tomó el poder en la isla caribeña decidió cerrar La Habana para evitar cualquier sorpresa de los siempre insidiosos enemigos. De manera que ordenó la construcción de fortalezas para proteger esa urbe que después llego a ser muy importante en la era virreynal. Un fortín recibió el nombre de la Chorrera. Ese nombre estará de todas maneras presente en la inauguración de la exposición fotográfica de esta noche denominada Epoca del Caucho.

La muestra de imágenes antiguas, en blanco y negro, ha nacido en el calor de la fronda peruana y ha consumido bastantes kilómetros, ha viajado mucho por distintos lugares,  para poder cumplir con su cita cerca al mar de las Antillas, en la tierra de José Martí, José Lezama Lima, de Alejo Carpentier y tantos otros personajes isleños. De esa manera Tierra Nueva cumple otra estación de su propuesta de hacer conocer a la floresta del Perú en otras latitudes del mundo del presente. En La  Habana,  entonces, esta noche el bosque oriental tendrá su momento y su lugar en la vida de algunos  cubanos de ambos sexos. El conde y el cauchero han muerto. Pero el nombre de La Chorrera sigue teniendo vigencia.

En Cuba es parte del atractivo turístico. No hay piratas franceses ya, los ingleses no sueñan con invadir otra vez la isla y los norteamericanos  no se atreven a otro desembarco y el fortín es parte del pasado. En la Amazonía ese nombre sigue siendo una metáfora de la barbarie. Ha sobrevivido en el imaginario del horror después de haber sido el centro espiritual y material  de la expoliación de la savia. Desde allí se comandaba los pasos feroces para extraer más goma del bosque ensangrentado. Como realidad física, el antiguo fundo La Chorrera es apenas un lugar perdido en los meandros del Putumayo. Pero todavía puede decirnos mucho desde el hervor de la memoria.