Escribe: Rubén Meza Santillán
El miércoles un nuevo terremoto se registró en Chile. 8,4 grados en la escala de Richter. Hasta el momento de escribir este artículo lamentablemente el registro oficial habla de 10 muertos, sin contar los grandes daños materiales sobre todo en la región de Coquimbo. Zona central del país de la estrella solitaria.
Lo curioso e indignante al mismo tiempo, es que los peruanos recién cuando ocurre una tragedia en una casa vecina nos preocupamos por la nuestra. Ahí ponemos en agenda el tema de la seguridad y prevención. Dos palabras que la mayor parte del tiempo están ausente de nuestro vocabulario y de la lista de nuestras preocupaciones y prioridades.
Es ahora que se habla y se invaden los medios de comunicación con la información y el debate sobre el tema, donde todo termina cuando se lanza la dramática pregunta: ¿Estamos preparados los peruanos para un sismo de esta magnitud? Y aunque la interrogante se cierra más a la tugurizada Lima, no debemos de apartar a las otras regiones del país, y a Loreto en particular, de este cuestionamiento. Lo cierto es que los peruanos no estamos preparados ni para esta ni otras eventualidades. Y como Defensa Civil es tarea de todos, pues la culpa de esta tremenda irresponsabilidad también es de todos.
De las autoridades de ayer y hoy, porque han permitido el crecimiento de nuestras ciudades de manera desordenada sin tener un plan de desarrollo urbano integral. Porque siguen dando luz verde a que las personas se instalen a vivir en cualquier zona de alto riesgo. Porque sus planes de prevención y sus niveles de organización están politizados y han dejado de lado lo fundamental y serio que es lo técnico y profesional especializado en el tema. Un solo y contundente ejemplo de lo que decimos es que el actual responsable del COER es un periodista.
Los ciudadanos, vaya que también tenemos nuestra tremenda responsabilidad de esta incierta situación ante las tragedias. Acaso no somos nosotros mismos los que hemos convertido a nuestras ciudades en esto lo que ahora son -Lima es el mejor de los peores ejemplos, donde un terremoto de 8 grados provocaría miles de muertos-. En lo que a Iquitos respecta, pues ahí están las inundaciones de cada año que nos sigue agarrando mal parados.
Sin embargo, a pesar de todas estas carencias y limitaciones descritas, aún falta el muñequito o la cereza de la torta. Los simulacros, los mismos que son tomados a la ligera o como el recreo, en los colegios y otras instituciones cuando se programan. Ponemos mil y un escusas para no participar cívica o ciudadanamente. “Para qué hacen en Iquitos simulacros de terremotos, si aquí nunca ha habido uno” o “para qué hacen simulacros de crecientes si yo no vivo en zona baja”. Argumentos que seguramente usted también ha escuchado o lo que sería peor usted también los dijo en algún momento.
Lo único cierto es que debemos estar prevenidos siempre y debemos practicar nuestras posibles reacciones ante las desgracias, porque la naturaleza cuando entra en ira no avisa, simplemente nos castiga y nos pasa la factura. Nada está escrito y si bien hay zonas de alto riesgo de sismos, pues eso no nos libra de un eventual terremoto. Y Dios no lo permita nunca, pero si ello ocurre tengamos la plena seguridad que nada se cambiará con el llanto y las plegarias. No se previene después de, por eso nuestros abuelos y padres dicen “que más vale prevenir que lamentar” o también que “hombre prevenido vale por dos”.