El sistema de gobierno peruano es el semi-presidencialismo, es decir, el Presidente de la República es el jefe de gobierno (designa a sus ministros y funcionarios de confianza, maneja las riendas de la gestión gubernamental durante su periodo) y jefe de estado (representante del Estado peruano a nivel internacional), pero conforme a nuestra carta magna, como jefe de gobierno está sujeto a solicitar el voto de confianza al parlamento para que sus ministros asuman sus carteras y asimismo, el parlamento cuenta con las facultades para censurarlos y vacar al presidente por incapacidad moral en circunstancias específicas.

En ese sentido, se advierte que el Congreso de la República cuenta con un gran poder para fiscalizar las acciones del gobierno de turno; cuando el parlamento es multipartidario, dicha fiscalización es más efectiva ya que no es direccionada, empero en la actualidad el parlamento esta tomado por una mayoría fujimorista, que si bien hoy está un poco fragmentada, cuenta con el poder suficiente, bajo el amparo de la Constitución, para censurar a ministros, investigar casos de corrupción de forma direccionada y vacar al Presidente de la República, limitando la gobernabilidad del país.

Ante esta situación, en un primer momento se pensó que la salida más práctica, ni bien se inició el gobierno del señor Pedro Pablo Kuczynski, era la instauración de un gobierno de coalición, a fin de generar viabilidad para la gobernabilidad del país; pero las ínfulas de poder del parlamento fujimorista, así como la incapacidad -muñeca politica- de los agentes del gobierno de Kuczynski, conllevó a la crisis (kenjivideos, compra de conciencia para la no vacancia, comisiones investigadoras direccionadas, etc.) que terminó con su renuncia y la juramentación del señor Martin Alberto Vizcarra Cornejo como Presidente de la República.

Entramos a una nueva etapa, es lógico que tendremos un estadio de “romance” entre el parlamento y el nuevo gobierno, empero se da la misma situación; el señor Vizcarra tiene la posibilidad de cuajar, durante los tres años y medio que gobernará, un estado de coalición. Sin embargo, con manejo político, ante un fujimorismo fragmentado, que posiblemente no sea un aliado fiel o de confianza y considerando que en nuestro país la politica -en estricto los pactos políticos- no generan confianza en la población; el actual presidente, en vez de un gobierno de coalición puede apelar a la percepción popular, convirtiéndose en un presidente popular para la población y evidenciando ante la ciudadanía si el parlamento no lo deja gobernar.

Es menester que el señor Vizcarra defina de forma rápida el terreno sobre el que se desenvolverá, es decir, debe hacerle ver a la oposición qué puntos de su programa no son negociables, así el parlamento con su mayoría fujimorista se verá obligado a seguirlo y darle un pacto de gobernabilidad porque necesitarán al presidente más de lo que ellos lo necesitan a él, ya que como se puede apreciar de las experiencias del presidencialismo latinoamericano, cuando presidentes populares se enfrentan a sus parlamentos, por lo general salen victoriosos. Solo queda esperar y ver el accionar del nuevo presidente y el nuevo gobierno.

Miguel Angel Rojas Rios

Abogado

Maestrando en Gobierno y Políticas Publicas

rojasr.miguel@pucp.edu.pe