Es una mañana donde la chuva cae intempestivamente, así es mejor porque relaja el ambiente de calor, me digo mientras tengo la camiseta llena de sudor. Mi madre todavía no se despierta para las charlas matutinas. Aunque ella se levanta muy temprano. Va a la cocina y calienta el agua para el café o mira si hay frutas para el jugo de frutas o si falta pan. Su rostro sigue siendo de curiosidad como el primer día en tierras nordestinas. Dejo la lectura y le voy preguntando cosas de su vida que no las tengo claras. Mi madre cuando era joven trabajaba en labores de costura y jugaba al baloncesto al mismo tiempo. Me dijo que su afición al baloncesto le viene desde el colegio donde le incentivaban jugar y desde ahí jugó en clubs de Isla Grande. Ella jugaba de defensa, mi hermana me cuenta que cuando iba a vernos jugar en el Coliseo Cerrado, comentaba todas las jugadas – iban a vernos de tres a cuatro personas cuando había partido, tres de ellas eran de mi familia, cuando no iban el coliseo estaba casi desnudo de espectadores. Le pregunto sobre sus compañeras de juego, se acuerda de la mayoría con la ayuda de mi padre. También hay recortes periodísticos que están guardados en una caja de fotos que avalan a mi madre como deportista, con tantos viajes en la infancia me pregunto dónde habrán quedado esos recortes. A veces tengo la sensación que no quiere contarme más cosas. Se cierra en banda y me dice que ya se cansó de contestarme. Mi padre también fue deportista, jugaba al fútbol en clubs insulares (él me dice, persiste y me discute que Isla Grande no es una isla). Me cuenta su paso por varios clubs locales como cuando jugaba en el Astoria, el Loreto o José Pardo, no le vi jugar así que me fío de su narración. Hay también testimonio gráfico de sus hazañas deportivas, por cierto, yo no tengo ninguna como jugador de baloncesto, desgraciadamente, solo de marciales desfiles escolares para mi disgusto. Mi padre siempre nos incentivaba a los deportes aunque no fuimos ni destacamos como mi padre o mi madre, me parece que el de sus hijos era más de un perfil discreto. Me gustaba mucho la portería, era y es el lugar para los bípedos solitarios, para los largos soliloquios. Lo que más recuerdo de mi viejito es que fue jefe de equipo de un club que llegó hasta los partidos finales de la Copa Perú. Observaba en vivo y en directo los entrenamientos. No es una labor fácil, cada jugador es un mundo. Un jugador que tenía mucha expectativa y que coincidí con él en el colegio fue el Búho Reina, gran jugador y de una gran exquisitez para tratar el balón. Vamos a tomar desayuno, resuena la voz de mi madre desde el fondo de la cocina, dejamos la cháchara y todos a poner a mesa. Es un viaje donde trato de remojar los recuerdos de los viejitos, sonrío.
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