Otra vez a tomar el avión para viajar a Cotonou, Benín, en África. Esta vez no es un país como Zambia o Ruanda sin mirada al mar. Esta vez tenemos al Océano Atlántico como vecino perpetuo (seguro que tiene muchas gotas de los ríos amazónicos) y si miramos el mapa la configuración cartográfica de Benín pareciera como una gran lengua- amén los arbitrarios geógrafos de la colonización, este país fue y es colonizado por los franceses. El viaje es de Madrid- Paris y luego de unos minutos en París volar hasta Cotonou. Aquí un reparo a las líneas aéreas que nos hacen volar a su centro de operaciones que puede ser París o Dubái para luego volver sobre los mismos pasos al destino final, muchos son innecesarios y somos rehenes de esa situación. En este caso, luego de subir hasta París otra vez tenemos que bajar y cruzar el Mediterráneo, luego atravesar el África subsahariana y finalmente Cotonou. El cuerpo es el que más sufre en estos viajes, amén de los años que tengo donde van apareciendo goteras donde uno menos piensa. Este éxodo es como si dieras la vuelta al mundo en pocas horas. Es curioso advertir la configuración en las salidas de los aeropuertos y las personas que esperan en esas salidas de destino. Por ejemplo, en el caso de Cotonou o Kigali en Ámsterdam o París observas que los pasajeros se surten de la población de lugar de destino, le dan señas de identidad y sensibilidad propia como los vuelos a Iquitos que hasta en los acentos cambian. En estos viajes a ciudades de África siento que soy parte de una gran banda de jazz. Que viajo con músicos no sé si cantan blues o soul solo sé que me siento muy arropado en este aquelarre de buenos jazzmen. Sus rostros dicen mucho. Algunos parecen cansados como yo. En la gorra de uno de ellos dice Manitoba, Canadá. Si se viene desde Canadá, me digo, menuda paliza que se está dando. Es un hombre mayor que pasa los sesentaicinco años, sus manos grandes y de ser muy silencioso, casi discreto. Unos ojos grandes que me recuerdan a Cotito, un fan y seguidor del Club Deportivo Municipal de mi época. Mientras observo  y anoto en los aeropuertos y aviones pienso en los escritores y escritoras latinoamericanos que sus sueños era vivir en París (muy colonizados por cierto y que algunos intelectuales todavía siguen esos marchamos ensalzando a Europa). Creo que se equivocaron, debieron venir a África. Su perspectiva con la literatura y la vida cambiarían. Aquí se vive con emociones muy encontradas y fuertes, te apremia descolonizar. Si no tienes en tu vida en experiencia por estos parajes todo es todavía poco.