Por: Percy Vílchez Vela

En un lugar alejado y remoto se levanta un claustro sombrío y vetusto. Un fuerte viento le atraviesa las 24 horas del día y pocas veces llegan los viajeros de sitios perdidos. Las celdas son estrechas,  no tienen ni luz ni agua y los que allí se internan saben que tienen que pagar sus pecados. Uno de los inquilinos de ese convento desconocido es un ex congresista que alguna vez fue acusado de acosar sexualmente a una periodista que nunca quiso dar su nombre. En un principio el citado negó en todos los términos que hubiera acosado a la dama, pero luego cayó en una serie de contradicciones y, al final, no tuvo más remedio que declarar que era culpable de ese nefando delito. Luego de ser sacado por la puerta falta del Congreso,  el señor Lescano decidió internarse en ese claustro dispuesto a pagar la culpa de haber atentado contra una mujer. 

Antes de ingresar con sus escasas pertenencias, se mandó rapar al coco, luego consiguió apretados cilicios para castigar su carne pecadora y compró una piedra para que fuera su almohada todas las noches. Luego sin despedirse de nadie, ni de su familia, se internó en ese claustro. Los años han pasado desde entonces y nadie se acuerda ahora de las llamadas telefónicas a altas horas de la noche,  de las insinuaciones sexualisadas, de las provocaciones evidentes, de las palabras subidas de tono y de color. . Pero el congresista sigue expiando sus culpas en esa soledad desolada.  No soporta el mundanal mundo, detesta el simple placer de estar vivo, odia a la carne femenina que le hizo pecar un buen día  y tampoco da entrevistas.

Lo curioso del asunto es que en estos tiempos una trabajadora de ese claustro le ha denunciado por hostigamiento sexual a horas inadecuadas. Resulta que el ex congresista parece que no puede con su genio y de pronto aparece en la alta noche lanzando lisuras ante la puerta de la muchacha que tiene marido e hijos. El congresista ha negado en todos los tonos ser el acosador y ha pedido que se investigue a fondo a la mujer, porque detrás de esa denuncia están todos aquellos que no le quieren en el convento.