Estío

Por Miguel DONAYRE PINEDO

Durante mi estancia en Perú entre Lima e Isla Grande [con G mayúscula y no g minúscula como lo hace el webmaster de este diario, me tengo que poner freno para no añadir un adjetivo más contra esta persona pero su desparpajo por cambiar las letras ronda el cinismo] puede leer dos novelas que la empecé en el avión al cruzar la gran cocha para abstraerme del llanto de un niño. Una de Antonio Muñoz Molina, “El viento de la luna” y de J.M. Cooetze, “Verano”. En verdad que las dos no defraudaron. Me mantuvieron en vilo y en buena compañía cuando me visitaba el jet lag en esas frías noches limeñas. En el caso de Muñoz Molina con una estrategia narrativa bien interesante. El primer viaje a la luna en paralelo con la historia de un niño en un pueblo andaluz- una novela de aprendizaje que a ratos recordaba “El guardián del centeno”. La prosa lírica de Muñoz muy bien esculpida, encandila [tiene aderezo proustiano].  Y la otra novela es del premio Nobel, J.M. Cooetze, con una prosa descarnada. El personaje es el joven Coeetze vista a través de entrevistas por mujeres que tuvieron una relación con él. Es simplemente extraordinario. Su mirada de sí mismo no tiene precio. Es dura, a ratos, inclemente [me encanta su garra para encarar las historias, sin indulgencias]. Tiene momentos breves, brevísimos de ternura, lo justo para no ser sensiblero. Ha sido una gran cena degustar a estos maestros de la prosa e invito a los lectores y lectoras a leerlo. No se arrepentirán.