ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Sucede en las mejores familias. En los países y en todas las sociedades. Muchas veces es mejor no dar la pelea frontal. Pelear desde la clandestinidad. Para qué ganarse problemas si evitándolos se tendrá tranquilidad. ¿Acaso no es un fin supremo el vivir en tranquilidad? ¿Acaso no es la tranquilidad un objetivo más preciado que la propia libertad? Libertad de pensamiento, me refiero.

Cuenta Plinio Apuleyo Mendoza que Gabriel García Márquez antes del escándalo del “Caso Padilla”, que marcó el distanciamiento de la mayoría de los autores del Boom, estaba convencido de las inequidades del sistema cubano. Sin embargo, creía en un estado socialista a pesar de su periplo europeo por los países comunistas de los años 60 del siglo pasado. Periplo donde comprobó las barbaridades del sistema en contra de la humanidad.

Nadie podrá saberlo, pero es probable que -como sucede a muchos en estos tiempos- el Premio Nobel de Literatura se haya convencido que era mejor luchar por un objetivo que sabemos nunca se logrará antes que alinearse a un sistema que, por sus resultados, tiene como fin alargar las brechas de equidad y justicia.

Estando Gabriel García Márquez convencido del socialismo y las barbaridades de Fidel en contra de la libertad tuvo que optar por ese camino, a pesar que eso le marcaba más de cien años de soledad para con sus colegas escritores. A decir de Mario Vargas Llosa el colombiano era un hombre pragmático que de esa forma evitaba la avalancha mediática de quienes estando en minoría siempre parecen la mayoría en cuanto a la racionalidad y lo que debe ser. Quizás temeroso de esas críticas y de verse convertido en un proimperialista y “agente de la CIA”, prefirió la amistad entrañable con Fidel porque con ello se vacunaba contra esas molestias demoledoras.

En estos tiempos donde colocarse al medio puede ser vista como una indiferencia o dejadez, muchos creen que es mejor ponerse a la izquierda para ver cómo la derecha intenta hacer, nuevamente, sus barbaridades. Para fines de tranquilidad en esos tiempos era mejor ponerse con Cuba antes que contra Cuba. De esa forma Gabo evitó el fuego cruzado de la izquierda que le podía perdonar incluso codearse con Bill Clinton siempre y cuando no pasara de cuestiones protocolares y se mantenga leal al régimen cubano. No fue ajeno el tema a las preguntas de la prensa. Gabo siempre respondía que los cuestionamiento a las decisiones del gobierno de su amigo Fidel las hacía en privado porque eso facilitaba la ayuda hacia quienes sufrían la persecución del régimen.