Estampas cubanas

Uno lee a Plinio Apuleyo Mendoza, el compadre y amigo de Gabo, y teme al régimen cubano. ¡Qué barbaridad! Lo que allí se vive. Y es que la bronca de Plinio es con los gobernantes. Y no conoce a los gobernados. Es con la elite y no con el populorum. Y con los gobernantes y elite él estuvo muy bien hasta, claro, que se peleó. Pero su pelea con ellos no puede llevarle a hablar mal del pueblo cubano. De ninguna manera. Para hablar de los cubanos hay que hablar con ellos. Ni defenderlos ni despotricarlos. Solo escucharlos.

Un taxista joven, veinticinco años aproximadamente, se queja porque la única vez que fue a un hotel lo hizo invitado por un mexicano, a quien le llevó cinco cubanitas y la pasó pleno. “Solo entrar al hotel de Varadero me cuesta 100 dólares y yo no los tengo”, dice mientras bebe gaseosa. Él quiere irse de la isla. Llegó a la capital con ese propósito. Tiene que juntar diez mil dólares, un familiar comprometerse a depositar esa cantidad antes que él se embarque hacia Miami en una nave que sólo zarpa cuando tiene los pasajeros completos. Afirma que en Cuba ya no tiene más que hacer, que tocó techo. Se queja porque la gasolina tiene un mayor costo para él mientras los funcionarios del Estado la tienen más barata. Paga un impuesto por circular y otro más por la jornada diaria. Está cansado de todo esto y quiere ir a Estados Unidos, donde ya tiene una hermana y un hermano que, seguro, le esperan, para que trabaje las horas que quiera y reciba el pago que otros quieren.

Por la avenida de los presidentes uno ve a Cuba como una fotografía. Gente que hace cola para retirar dinero de los cinco cajeros automáticos instalados en tres metros cuadrados. No hay cámaras de seguridad, no es necesario porque nadie pretende robarte lo que has retirado, cosa más grande chico. Muchachos y muchachas que hacen cola para tomarse un café y saborear un pincho con pan que lo muestra mientras caminan. Si quiere puede ingresar al hotel “Habana libre” y pagar 10 CUC (equivalente a diez dólares y unos centavos más) por 60 minutos de navegación en internet. Claro, es uno de los hoteles más lujosos de La Habana. Y hay gente haciendo cola para el check in y otro tanto para el check out. Unos cubanitos y cubanitas saborean unas pizzas mientras escriben cosas en portátiles de última generación. Unos choferes amabilísimos que te trasladan en automóviles fabricados en 1950 a los que han adaptado piezas de autos modernos. ¿Pero saben una cosa? Esos automóviles cumplen su función básica: trasladar a la gente. Si alguien quiere uno con equipo de sonido, televisor al frente del chofer, aire acondicionado sectorizado y airbag solo tiene que mirar al costado que por ahí circula uno de esos, también. Pero con estos y aquellos ¿saben que se encuentra en las calles de La Habana?: gente alegre, mirando a la vida con esperanza y dándole duro al trabajo. Y eso lo estamos viendo, lo estamos experimentando.

1 COMENTARIO

  1. Jaime,esta muy interesante tu columna,te rogaria que escribieras también estampas de la Amazonia,tu sabes que hay muchas.Abrazos Nixon-NJ-USA

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