870Dieciséis años después y el mundo no se ha acabado como se pronosticaba en el año 2000; se supone que para esta época todo debería estar acabado con los sistemas informáticos colapsados, la tierra reducida a escombros, cubierta por azufre y fuego; la poca vida que debería existir eran algunos animales o pocas personas que se supone sobrevivirían si fueran salvados de sus pecados, entre otras cosas más.

¡El fin del mundo!, se anunciaba, la llegada del apocalipsis decían y era inminente. Sin embargo, dieciséis años después seguimos aquí, vivitos y coleando infectados e invadidos por espías tecnológicos instalados en tu televisor, en tu teléfono móvil, en tu dormitorio, en tu trabajo, en tu vida.

No todo era miedo, los paganos no creyentes (rubro en el que me incluyo) no perdieron la oportunidad de negociar con la enigmática fecha. “Reciba el nuevo milenio, fiesta de nuevo, sobre el río Amazonas, el año 2000”, era la publicidad que anunciaba una de las mejores fiestas en Iquitos.  Una plataforma compuesta por dos barcazas sirvió como pista de baile gigante y fue instalada frente al boulevard de Iquitos para despedir el año “recontra viejo” para ese entonces y el marco musical lo puso el orgullo amazónico el grupo “Explosión”.

Un momento pero ese no es el Rio Amazonas, es el Itaya, ¡No importa! es una mentira piadosa que se mantiene por años para los foráneos y turistas que nos visitan, ¿Acaso el Machu Pichu es todo el Cuzco o viceversa?

Dieciséis años ya han pasado y seguimos vivos; sobrevivimos a una de las más feroces profecías de Michel de Nôtre-Dame, más conocido como “Nostradamus” quien era invocado post mortem[1] para afirmar que al comenzar este nueva era en el calendario todo sería diferente.

Dieciséis años después y con cinco presidentes de la republica a cuestas, y seguimos vivos; calentando motores para recibir el bicentenario, una nueva oportunidad – creo yo – para celebrar o morirnos de miedo  con el futuro regional y nacional que nos espera.

Dieciséis años después sin poder sacudirnos de esas etiquetas que nos convierte en una ciudad de como ciudad de; las mujeres más calientes y fogosas, de juerga interminable, de los come gusanos, de arrechos y arrechas, de aislamiento, de cero inclusión, etc.

Dieciséis años después, una semana antes, estamos a puntos de cambiar la historia (si es que así lo queremos) y lo podremos saber después de las cuatro tarde, cuando un nuevo ¡flash! nos golpee televisivamente y no sea parte de un “dejavu” de las elecciones de los años 2000.

[1] Después de muerto