La rentrée en diciembre a Illa Gran me deparó un grato encuentro con lectoras. Sí, sí, eran las entusiastas alumnas del tercer grado del colegio “Sagrado Corazón”. Las novelas escogidas para la charla fueron “Estanque de ranas” y “El búho de Queen Garden Street”. Se aprovechó la vuelta a la ínsula para este encuentro que lo coordiné desde Madrid con Isela Ríos. También sacamos tiempo con un grupo de alumnas, alrededor de veinte, para pasear por la zona monumental con las páginas de la novela en la mano que aludía a un edificio de esta área protegida y se leía un párrafo, fue una experiencia lúdica, con el ánimo de vivir y buscar más interpretaciones al texto. El encuentro fue en el salón de actos del colegio que desde la entrada iban dando pistas sobre la lectura de la novela. Habían orlado y pegado en un anaquel carátulas de las novelas, fotografías de la época del caucho, citas y preguntas sueltas, epígrafes del libro que habían seleccionado y para discutirlo. Mientras leía en los anaqueles los apuntes y recortes, decía para mis adentros, que los textos están para eso: interpretarlos. En verdad, ha sido gozoso observar el interés de parte de las profesoras y de las alumnas del colegio alrededor de la organización del encuentro y de los textos bajo interpretación. No sólo se ciñeron al texto sino que teniéndolo como referencia, algunas alumnas apostillaron una melodía y un rap -lo que da de sí la imaginación, alrededor del personaje de “El búho de Queen Garden Street”, un niño uitoto perdido en la bruma londinense entre viajes y confusas cartas de navegación. En estos eventos hay una pregunta constante, es sí lo novelado es un hecho autobiográfico, todas las novelas pasan por situaciones que le han pasado a uno, pero llegado a este punto empieza el trabajo de ficción del autor o autora. De la invención. De la fábula. Pasadas estas líneas, queda en las manos de las lectoras que es cuando un texto comienza a andar. En el extenso terreno de la fantasía no podemos dejar de aludir a la célebre novela “Don Quijote de la Mancha” que parte de los libros de caballería leídos por Alonso Quijano, ese barbado manchego cincuentón. Este se había empapado de estos folios y sale a buscar las aventuras en el mundo real que se parecen a lo leído, causándole el paso a la realidad más de un desasosiego. Estamos en un terruño donde la realidad y la ficción están separadas por unos centímetros. Eso es lo que nos ocurre con la lectura, que da pie a imaginarnos y a viajar por comarcas impensables, a sentir los pesares, alegrías y agonías del personaje. Hay una relación corporal con el texto. Nos compenetramos con él. A discutir con quien escribió el texto. A comulgar o discrepar desde el respeto al libro, eso es lo fascinante de la lectura. Una amiga me comentaba que con la novela de “El búho” se pudiera coger un mapa y trazar las líneas andariegas de los lugares que van desde el Ampiyacu, Long Island hasta Londres o Dakar en Senegal, es lo que hace la lectura, impulsar ideas. Este encuentro con las lectoras ha sido estimulante, espero que todos hayamos gozado del placer que impulsa el viaje de leer.

P.D. Agradecer a las profesoras del Sagrado Corazón que hicieron posible este encuentro con la lectoras: Isela, Rosa, Selia y otras que han estado entre bambalinas. Muchísimas gracias.

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