Habíamos alquilado un apartamento en la zona de La floresta, que me venía a pelo por ese guiño del azar, sonreía para mis adentros. Ni en Iquitos hay un barrio con ese nombre que evoque al bosque. Es un barrio tranquilo, muy apacible. Muy cerca hay un cine club donde exhiben películas fuera del circuito tradicional. Por esta zona casi todas las calles resuman a nombres de la geografía española. Calle La Coruña. Valladolid. Galicia. Andalucía. Toledo. Lugo. Cuando los inmigrantes van a otros lugares traen consigo parte de su memoria locativa, de los lugares. Me comentaban que en las tierras de Walt Withman muchos de los lugares evocan las tierras de los inmigrantes latinos. En ese sentido, las estancias son un cruce de caminos y peregrinos. Hace poco la hermana de mi madre, Ángela, cumplía cien años, que dice poco. Como motivo de ese centenario se reunieron en Lima parte de la familia que vive en diferentes partes del planeta azul. Allí mi madre me comentó del hijo de uno de mis primos, de Salomón, vivía en Quito desde hace muchos años y está asentado con su familia. Habían pasado muchísimos años sin vernos, él me comentaba que tenía unos quince años cuando me vio la última vez. Había pasado mucha agua bajo el puente. Lo que más recordaba de él era cuando nos visitaban en Pisco, Salomón iba en una camioneta que tenía y llegaban de visita al mar de Pisco. Desde ahí nuestra memoria se diluye. Cada uno tomó sus decisiones pero el mapa de caminos nos jalona por el azar. Carlos Enrique me comentaba que había estado antes trabajando en Bogotá, Buenos Aires y llevaba alrededor de doce años en Quito, su relación con Perú era desde esta particular diáspora. Se siente muy a gusto al igual que su familia. La mujer de Carlos, Marisol, gran viajera, por trabajo, entre Perú y Ecuador, y sus hijos Mauricio y Santiago estudiando en este país andino. Este último de gran habilidad en la cocina, nos degustaron con comida peruana y de paso nos regalaron especias de Perú. Carlos vive cerca de Quito, a menor altura de la capital de Ecuador, es un valle donde no se siente el frío andino de más altura, el sitio se llama Tumbaco. Al lado de Tumbaco está Cumbayá que los lugareños tienen por lema, Yo amo cumbayor, es el centro de la movida de los jóvenes. Fue un encuentro donde nuestras coordenadas de vida y geográficas se han reajustado. La vida nos da sorpresas, dice la letra de la salsa de Rubén Blades, sí, y en Quito.
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