Con la novela sobre el fracaso de Enrique Vila- Matas recién terminada de leer volvía a Barcelona, “El aire de Dylan”, un hijo con el síndrome de Oblómov trata de reivindicar la memoria de su padre sumado a la romería en ciudades y amigos de su progenitor. La novela me situaba en las calles, en los cafés, en la librería Bernat en la calle Buenos Aires de Barcelona. En este viaje quería respirar todo ese hábitat en la cual se gestaba la novela. Del hotel fui caminando mapa en mano, contra todos los pronósticos porque soy un caminante sin mapa y más de intuiciones. Iba solo, F se quedó en Madrid y es una fanática de los mapas, los lee mejor que yo. Ante todo, y con el plano en la mano, reivindico el perderse en las calles de las ciudades. Las indicaciones me habían dado los del hotel ¿va ir caminando? Fue la pregunta con gramos de sorpresa que me hizo el de la recepción, un joven amable pero parco. El hotel quedaba por la estación de Sants. Sí, le respondí. Lleva unos minutos, añadió. Sí, gracias, le repliqué sin más comentarios. No sabía el pata de la recepción que quería zambullirme en las carrers y avingudas de esta ciudad estimulado por la lectura de Vila- Matas. Me parece que después de una lectura vas con otras referencias, la sientes como parte de ti esas calles. No hay la sensación que vayas despistado. Además recorrer por la avenida Tarradellas un sábado por la mañana es todo un placer, con pocos carros, era una de las avenidas clave para llegar a la librería. No crean que me fue fácil, me perdí, pero no sentía ese vacío del caminante angustiado. Tomé por equivocación una avenida que no fue la indicada. Me reproché la torpeza de leer el plano. Remiré el mapa y me volví a la senda abandonada. Pregunté a un muchacho que iba paseando con su perro y volví a la vía que leía en el plano. Disfrutaba mucho del sosiego de esa mañana del sábado, el olor a café, lejos del tráfico rutinario de los días laborales. Se me venía a la memoria el relato de Robert Walser “El paseo”, quien saboreaba mucho esos vagabundeos. Entre las calles Buenos Aires y Sarriá me volví a perder tontamente. Esta vez pregunté a una chica quien me indicó con amabilidad donde quedaba la calle. Así llegué a la Bernat luego de pasar por ella sin darme cuenta. En la librería luego de otear unos libros me compré las cartas de Kafka que escribió a Milena Jesenská. Hay que reivindicar los paseos con planos en estos momentos del google map.

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