ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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Falta menos de seis horas con 22 minutos para que Gino Ceccarelli abra las puertas de la mejor y más completa exposición de sus obras en cantidad y calidad y le lanzó la pregunta: ¿esto mismo se puede hacer en Iquitos? No espera que termine la interrogante y me responde: No. Y añade: no hay un lugar así.

¿Whath? ¿Qué? La sala Kuélap del Ministerio de Cultura es amplia, pero jamás tendrá más espacio que el parque zonal, el zoológico de Quistococha o el campamento “Vargas Guerra”. En esos y muchos lugares se podría instalar una maloca. Los cuadros del artista amazónico contemporáneo más importante descansarían en barbacoas, hamacas y las sirenas se sumergirían en ríos interminables de palabras. Estaría en el circuito turístico para que los extranjeros y nacionales sepan que en la capital amazónica del Perú se pinta bien, se hace de los mitos y leyendas una obra de arte que se inspira, además en la Divina Comedia. Cuesta mucho, dirán unos. El costo beneficio nos favorece. Porque “Entre el semicielo y el semimundo” generaría utilidades para toda la ciudad.

Eloy Jauregui, cronista de la misma generación de Gino, mientras se aleja de exposición me insiste: dígame señor, qué se puede decir de Ceccarelli que no se sepa, que atraiga. Ya se ha dicho todo. El surquillano y quizás uno de los que más veces ha estado en Iquitos por cuestiones bibliográficas está asombrado no de Gino, a quien conoce hace varias décadas. Su asombro está en que cómo toda esa maravilla ceccareliana no tiene un centro permanente en la Amazonía. Qué desperdicio, me dice mientras ambos miramos con asombro la cola interminable de ciudadanos que hacen cola -al mismo estilo de los tiempos de Alan- para tomar el tren, también de Alan. No es que sea un desperdicio, maestro, le digo. Es que, como en tantas cosas de la vida, los oriundos no saben lo que tienen hasta que lo pierden. Gino es uno de ellos. Aquellos que dan sustento a la frase “nadie es profeta en su tierra”.

Por esas cosas del destino he visto cómo Gino ha ido preparando esta exposición. Primero en Villa, allá por Chorrillos, luego en la misma sala Kuélap. No exagero: Es lo mejor que he visto. Eloy coincide conmigo. En muchos años no se ha hecho una exposición de esa magnitud de un artista amazónico. Se dice que la Amazonía está puesta en agenda por estos tiempos en Lima. Sí y no. Ya otras veces estuvimos en agendas. El reto es cómo hacemos para que lo que se hace fuera también se haga en la Amazonía. La exposición de Ceccarelli puede ser un buen punto de partida.

Ya sentado en el ordenador intento ordenar mis ideas. Me interrumpe el resumen noticioso de la semana en Iquitos. Comenzó con el secuestro de Elmercito, un niño que desapareció y ha provocado la unión de varios sectores para encontrarlo porque se presume que uno de sus familiares pide cinco mil soles para devolverlo a su hogar. La ciudadanía no sale de esa conmoción y en una combinación errónea deplorable la PNP y el Poder Judicial de mi tierra han detenido a un empresario que tuvo que ser liberado a las pocas horas. Es decir, un secuestro legal. No termino de leer esas frases y me envían las fotos de jóvenes baleados porque han provocado una balacera en plena vía pública para robar unos soles. Iquitos ya no es el de antes, dicen. La ciudad no es segura, gritan. Los ciudadanos no pueden vivir así, exclaman.

Comienza el invierno en Lima y estoy a pocas horas de volver a Iquitos luego de unos días de ausencia y me quedo con esta frase prestada de una canción: en la distancia te quiero más.