No quiero ser pesimista – al menos eso intento – con decir que acontecimientos malos nos ha tocado como sociedad en los últimos tiempos, en la región y el país. Claro, que este ambiente encubierto por “parásitos” me hace recordar que de niño, entre risas y excesos (los altercados propios de las aventuras de infancia), cuando jugábamos en el barrio al “Policía y Ladrón” – que, sin querer, era un ensayo para la futura lucha de ideas y acciones contra los “dinosaurios” políticos y “lobbies” empresariales con tal de visionar un país de la gran transformación – siempre se esperaba que los ladrones cayeran, pero, lo más penoso para los buenos era, en la peor de las circunstancias, que los justificados triunfadores fueran los ladrones.

Para la realidad es tan penoso como en esos tiempos saber que son los malos quienes ganan las batallas y nosotros nos hagamos los ciegos o desentendidos ante esa coartada maquiavélica. Teniendo en cuenta que siempre nos han formado – no sé si como un cliché o un robotizado método de control – a través de películas, libros, carteles, comerciales u otros medios con la idea que la verdad prevalece sobre mentira, que la humildad tumba al egoísmo, que el interés por aprender y superarse ensombrece a la mediocridad. Sin embargo, en el país, como en muchos otros, los hechos son contrarios; el que roba anda como suelto en plaza, el que miente es blindado y el que reclama es acusado de “Terrorista”.

Que más puede generar sorpresa en un espacio donde se ajusta como anillo al dedo – para el mal de todos los peruanos, el dicho: Otorongo no come Otorongo.

Para justificar lo hasta ahora mencionado basta con unos ejemplos: En tiempos de la vacancia para PPK, uno de los promotores de tal medida, el ahora flamante Premier César Villanueva, mencionaba sin titubear, en cuanto medio lo invitaba para una entrevista, que no aceptaría un cargo de ministro y mucho menos el que hoy ocupa. Pero, ya es costumbre que las declaraciones de tal calaña y más si viene de un político tenga patas cortas y se deje sacramentado como algo normal. Ya ni siquiera nos causa sorpresa quien fue, es o será el mentiroso a carta cabal.

Además, como otra clara muestra de la mentira y la deplorable labor de los fiscalizadores esta el caso de la congresista Yesenia Ponce, quién es acusada de falsificar documentos de estudio, y uno espera que como es la percepción idónea del ciudadano sea juzgada judicialmente o desaforada del parlamento. Lamentablemente, los esperado no se presentó, pues, la Comisión de Ética del Congreso decidió – como si fuese una proeza universal de la excelencia académica –  blindarla, cuidarla, protegerla o como se quiera asociar este hecho.

Puedo mencionar el rol de caballero que muestra el presidente, una imagen de protagonista en la iniciativa de salvar la gobernabilidad, con sus visitas recientes a diferentes ciudades del país y los ánimos que le pone a su función. Pero, como cuidando nuestras expectativas es normal ponerse escéptico frente a este perfil – no por tener algo en contra del mandatario a quién expresé mi respaldo y recomendaciones en su función, sino porque esto es una estrategia recurrente en los políticos – que le ayuda claro.

En fin, en el campo se demuestra el juego. Es a través del puesto que uno desempeña en la sociedad donde se manifiesta el compromiso con la bondad, la reconciliación, la lucha contra la corrupción, etc., porque, sin antes reflexionar y cambiar, seguiremos en los mismos papelones de siempre.