Un mes antes del día de las elecciones del 7 de octubre del año pasado varias personas estábamos seguros que Elisbán Ochoa no ganaba en primera vuelta y los resultados finales terminaron confirmando el triunfo del profesor y que habíamos, una vez más, errado. Aún antes de instalarse en el sillón de gobernador y conocido los primeros nombramientos y acciones estoy seguro que el profesor no hará un buen gobierno y, como el resultado electoral, esta vez también quiero equivocarme y, aunque suene a lugar común, todos deseamos que la actual gestión regional tenga éxitos.

¿Es posible que se implemente una política de desarrollo regional en Loreto? ¿Es factible que el profesor Elisbán Ochoa dirija una administración exitosa que luego de cuatro años muestre índices de crecimiento? Claro que es posible. Basta mirar ejemplos de otras sociedades para no morir en la esperanza. Muchos hablan del ejemplo asiático y está bien. Pero lo que se ha hecho y logrado en Ruanda es superior a cualquier experiencia que llega del Oriente y nos traslada a ese país africano que hace un cuarto de siglo -el 6 de abril se cumple los primeros 25 años- se debatía entre la vida y la muerte y estaba ocupada por una guerra fratricida entre tutsi y hutu que, parece historia filmográfica, en tan solo cien días provocó la muerte de 800 mil pobladores.

Para entender un poco la realidad del desarrollo de Ruanda hay que mirar a Paul Kagame, primero presidente del Frente Patriótico de Ruanda y, luego, presidente del país reelegido el 2017 con el 98 por ciento de los votos. Luego de la masacre y el caos, el año 2000 se instaló en la Presidencia con dos objetivos: cerrar las heridas producidas por la matanza general y, luego, luchar contra la pobreza. Dicho así suena fácil. Diecinueve años después Ruanda pasó de ser uno de los diez países más pobres a crecer al 8 por ciento anual -Perú crece 4 por ciento y nos alegramos- y ser hoy un ejemplo de progreso. Cuando Kagame asumió la Presidencia escogió a sus colaboradores y viajó a conocer directamente las experiencias de los llamados países emergentes, entre ellos Singapur. Hoy hasta le lleva la delantera Dinamarca en varios aspectos, por ejemplo, tiene mayoría femenina en el Parlamento no sólo porque una cuestión constitucional sino porque la gente así lo decide. Y, en resumen, el desarrollo se basa en que es un orgullo “ser ruandés”. Y ese orgullo lleva a ser buenos ciudadanos y, trasladado a cualquier actividad política, no defraudar al país. Uno lee la historia de Ruanda y piensa en Perú, sueña con un Loreto así. Con dirigentes capaces de marcar la diferencia y conducir, junto con los ciudadanos, al desarrollo.

Los que seguimos de cerca la política regional no podremos negar que cada elección es una batalla campal y, la mayoría de veces, los ganadores creen que deben excluir a quienes o han apoyado otra candidatura o no han creído en ninguna. Primer y definitivo error. Muchas veces quienes sirven para ganar una elección, no sirven para un buen gobierno. Esos tienen que ser destacados a los lugares donde la acción negativa repercutirá poco en la gestión. Hay profesionales que, indistintamente del matiz político ideológico que impregnan a sus acciones, son calificados para emprender políticas de desarrollo porque han hecho de la misma una especialización. Curar las heridas, como se hizo en el país africano, es hacer entender a todos el lugar que deben ocupar. Si no cumplen los requisitos legales para un puesto, pues que vayan a otro. Si eso provoca pataletas debe entenderse que esa persona no quiere el desarrollo de Loreto sino el propio. Pues en este primer momento todos tienen que dar muestras de desprendimiento y capacidad, ya que por ellos mismos la política es sinónimo de corrupción y aprovechamiento y la primera tarea es hacer que la gente vuelva a creer en los gobernantes. Luchar contra la pobreza, segundo paso y que va en paralelo a lo anterior. Hay profesionales en la región que han demostrado capacidad y éxito en sectores productivos. A ellos debe llamárseles para que contribuyan al desarrollo y limitar las acciones de aquellos personajes que han demostrado codicia para asuntos personales y se instalan en las diferentes administraciones para favorecer a un pequeño grupo.

El profesor Elisbán Ochoa hoy tiene la oportunidad de iniciar un cambio no sólo en la política regional sino en su recién estrenada gestión. Si algo positivo se puede sacar de la crisis de los videos, audios y chat es comprobar que los “enemigos de Loreto” -no sólo de su gestión, que sería anecdótico- están muy cerca al gobernador y ya depende de ellos separarlos, porque identificados los tiene. En menos de un bimestre sabremos si Elisbán decidió jugársela por la región o continuar manteniendo el “desorden de las cosas” donde unos pocos tratarán de recuperar el dinero que otros les dieron y sumir a Loreto en la miseria de siempre. Si en Ruanda los extranjeros que llegaron el siglo pasado promovían el enfrentamiento porque de eso se beneficiaban hasta que llegó Kagame y puso las reglas de juego de cara al pueblo, le toca al profesor distinguir quiénes son los que dividen para que venzan su propia pobreza y quienes quieren luchar contra la pobreza en la región. Y, hay que decir, además, que esta decisión corresponde únicamente al gobernador. Así como no necesita de ningún congresista para llegar al Poder Ejecutivo -quien diga lo contrario y envíe asesores con ese propósito no quiere a Loreto- y conseguir financiamiento para proyectos, tampoco necesita de mucho tiempo para darse cuenta que ésta es su verdadera oportunidad.