Crónicas de hogar
Percy Vílchez Vela
En el lomo de ruidosa mula trotona un individuo, vestido con sombrero de alas anchas, camisa manga larga, pantalones oscuros y visibles alpargatas, recorre las calles de Iquitos desde que sale el sol hasta que arriba la noche. En su recorrido no descarta ni los arrabales últimos, ni los lugares más alejados, y cada cierto tiempo se detiene con movimientos esforzados y ofrece a precio cómodo las alpargatas que lleva en un saco monumental. El vendedor de alpargatas ha aparecido de improviso luego de las elecciones de agosto pasado. Para nadie es un secreto que dicho sujeto tenía serias intenciones de postular a la reelección en la alcaldía de Punchana. Para iniciar su carrera electoral decidió arrebatar las 12 mil alpargatas que una entidad benéfica donó al alcalde de San Juan.
En ese momento el señor Euler Hernández creía que donando esas alpargatas a los más pobres de su distrito iba a conseguir los votos para quedarse en el sillón consistorial. De manera que mandó comprar esas alpargatas a la entidad benéfica. Pero sucedió que el señor Francisco Sanjurjo le hizo un juicio por interrumpir la donación de alpargatas a los estudiantes más pobres de su distrito. El señor Hernández soportó la querella con estoicismo mientras hacia un préstamo para comprar 500 mil alpargatas para repartirlo en toda la región pues había decido por entonces postular a la presidencia de la gobernación de Loreto. En poco tiempo la empresa de la capital le envió las alpargatas y el señor aludido se puso a regalar ese calzado a todos los posibles votantes.
En poco tiempo en la región se vio un inusual espectáculo de gentes calzadas con esas alpargatas andinas. El candidato
Hernández estaba seguro de la aceptación de la gente y esperó con ansías locas el día de la votación. Pero los votantes no le dieron su confianza y él se quedó con la remesa integra que había mandado traer de la capital para repartirlo el día de su coronación. De manera que se quedó con un almacén repleto de alpargatas. Como ya no tenía ambiciones políticas ni deseos de ser elegido para algo, decidió entonces vender esas alpargatas que habían sobrado de la campaña. Fue así que terminó sus días, montado en su mula bulliciosa y trotona y vendiendo las alpargatas.