Las arcas ediles de San Juan estaban en verdad bastante vacías y con agujeros. El despido intempestivo de 40 trabajadores no fue la solución esperada. No se pudo esconder la indigencia que había arribado con su madre y sus crías. Es que no había ni un sencillo para comprar agua de coco o la cana cañera. Era el abismo ya y en vano los mandamases de esa casa consistorial siguieron despidiendo, y no con un hasta luego, a los otros servidores. En la letal falta de presupuesto, mal eterno de la gestión pública del Perú de pacotilla, cayó también alguien insospechado, el mismo alcalde Francisco Sanfurjo.
Cuando el citado estaba de vacaciones, disfrutando del ocio o ensayando nuevos temas para su repertorio de cantante de karaoke, le llegó la noticia de su despido intempestivo. El motivo era esa letal falta de billete. La crisis era la crisis y hasta ese momento él era el último que faltaba ser despedido, pues el resto ya no trabajaba allí. Que todos se vayan de paseo fue la única salida que se encontró para comenzar a juntar la plata de nuevo. El burgomaestre pensó que su despido era una broma de mal gusto y luego de su descanso regresó confiado a su elevado cargo, pero no encontró ni el local edil.
El antiguo burgomaestre de San Juan se gana la vida ahora dirigiendo la retreta itinerante. En ese colectivo musical, que anda por plazas, esquinas, bares, colectivos y hasta lanchas, canta con su reconocida voz de tenor. Pero el hecho de que se dedique al arte callejero y popular no quiere decir que haya dejado de reclamar su perdido cargo de alcalde. La última denuncia fue dirigida al alto Tribunal de la Haya y el señor Sanfurjo está seguro que después de tanto tiempo por fin se le hará justicia.