En la actualidad uno de los fenómenos globales que caracterizan a las sociedades, sobre todo occidentales, es la disyuntiva que las democracias están padeciendo bajo contextos disruptivos de polarización, frente al surgimiento de “nuevos” movimientos populistas tanto de derecha como de izquierda. Con esa realidad compleja, existe la necesidad de alentar la confrontación de ideas superando las lecturas simplistas, las descalificaciones y la polarización montada sobre prejuicios.

El desgaste de la democracia como forma representativa, así como el repudio a la política y sus actores tradicionales, tales como políticos, instituciones y partidos quebrados por ser instrumentos de sectores e intereses, se enfrentan a nuevos competidores que reclaman para sí mismos la legitimidad de la representación, basándose en un rechazo al pasado y a las formas habituales de hacer política. Movimientos sociales, colectivos u organizaciones de la sociedad civil y, por supuesto, líderes, disfrazados de outsiders de calidad, que son personalistas, caudillistas y demagógicos. (Moisés Naím, 2019)

Por lo descrito, no es extraño que aparezca una nueva ola ascendente de movimientos populistas, sean de derecha e izquierda, entre otros, en nuestro país el “nacionalismo”, el etnocaserismo, neoliberalismo y posturas neofascistas suelen ser parte de su esencia; provocando en muchos casos que la construcción de acuerdos y agendas públicas se ve entorpecida por la asunción de posturas extremadamente polarizantes, y el rechazo y exclusión de las demandas de la población. (Moisés Naím, 2019)

En términos de Chantal Mouffe (2019) lo que padecemos es un “momento populista”, que nace como la expresión de una variedad de resistencias a las transformaciones políticas y económicas sufridas durante los años de hegemonía “liberal”, que está constituido por un conjunto de prácticas económico-políticas orientadas a imponer las reglas del mercado —desregulación, privatización, austeridad fiscal— y a limitar el rol del Estado a la protección de los derechos de propiedad privada, libre mercado y libre comercio.

En dicho contexto, se logra advertir también que la democracia como forma de representación hegemónica también ha entrado en crisis, toda vez que se puede evidenciar que en gobiernos pasados se lograban llegar a acuerdos con sus oponentes o podían organizar coaliciones que les permitían tomar decisiones, es decir, gobernar. Sin embargo, como podemos ver en este último quinquenio, actualmente los rivales políticos con frecuencia se convierten en enemigos irreconciliables que hacen imposibles los acuerdos, compromisos o coaliciones con sus adversarios.

Esta situación se vuelve dramática, tras el estudio realizado por el diario “El Comercio” juntamente con la consultora Ipsos, que arrojó que el 44% de la población no simpatiza con ninguna personalidad política o partido político, lo que confirma que la ciudadanía no se vincula a partidos ni a sus líderes, salvo en la última recta de las elecciones teniendo. Es decir, en nuestro país se vive una crisis en el sistema de partidos, en primer lugar, porque existe una carencia de ideología firme en los mismos, puesto que los diversos destapes de corrupción, conflictos y trabas que se dan entre el poder ejecutivo y legislativo evidenciaron que todos los partidos y “políticos tradicionales” son los mismos, toda vez que, solo buscan satisfacer sus intereses personales y no buscan generar valor público.

En ese sentido, podemos concluir que contamos con una sociedad despolitizada que es mucho más susceptible a la manipulación mediática que advierte Noah Chomsky y mucho más susceptible de caer en las garras del populismo, como mal endémico y el establecimiento de pugnas irreconciliables que lapiden la gobernabilidad y la democracia, por lo que a fin de asegurar que los candidatos elegidos sean los mejores y se llegue a la consolidación nacional, salvaguardando el bienestar e intereses de los ciudadanos, se advierte una imperante necesidad de fortalecer el sistema de partidos políticos en nuestro país, para que se cuente con ideologías establecidas y contrapuestas, en donde las políticas públicas planteadas generen debate y se vean fortalecidas y así generar valor público en favor de la sociedad y con ello se puede evitar la consolidación de la elección de outsiders, empoderar a la mujer –ya que aún ello es una tarea pendiente– y sobre todo se puede fomentar la cultura política, crítica y objetiva de la población que dejará de ser reactiva y pasará a tener el papel protagónico que le corresponde en el marco político.

Miguel Angel Rojas Rios
Abogado
Maestrando en Gobierno y Políticas Publicas
rojasr.miguel@pucp.edu.pe

Bibliografía
NAÍM, Moisés
2012 “¿Por qué la polarización política es el nuevo fenómeno global?”. En Elnavio. Consulta: 31 de marzo de 2021.
https://alnavio.com/noticia/16991/firmas/por-que-la-polarizacion-politica-es-el-nuevo-fenomeno-global.html
MOUFFE, Chantal
2019 “Por un populismo de izquierda”. Siglo XXI Editores, Buenos Aires. Argente.

TORRES, Alfredo
2010 “Opinión Pública 1921-2021: Un viaje en el tiempo para descubrir cómo somos y que queremos los peruano”. Lima: Aguilar, pp. 171-186.