En ese entonces nadie ignoraba que el papa Francisco era muy aficionado al fútbol. Era hincha de un equipo argentino y frecuentemente recibía a peloteros para echarles su bendición. Pero nadie sospechó que esa pasión le llevaría tiempo después a convertirse en entrenador de la escuadra del Perú. Así fue. En aquel tiempo Ricardo Gareca se demoraba una eternidad en dar su respuesta. No había cuando dijera que si o que no. El tiempo pasaba y había que cumplir compromisos adquiridos como los partidos pactados con varias selecciones del planeta. En esa emergencia apareció el papa Francisco ofreciéndose gratis para dirigir los destinos de los bravos y aguerridos muchachos de la selección perulera.
El papa Francisco, sin dejar su alto cargo religioso, fue entonces ventajosamente contratado como entrenador y su labor comenzó pronto y no consistía en correr, hacer ejercicios con la pelota, sino que era dedicarse a rezar. Las oraciones fueron impuestas con carácter de obligatoria y los jugadores tenían que arrodillarse a orar en todo momento aun cuando enfrentaban a un rival. De acuerdo a la versión del papa Francisco la oración tenía un poder inaudito y era una gran ayuda en momento en que atacaba el equipo contrario. De esa manera los jugadores peruanos pronto adquirieron un aire de beatos, de recoletos, y ese les hacía temible a la hora de los enfrentamientos.
En las eliminatorias para Qatar 2022 el inspirado papa Francisco fue decisivo a la hora de armar la estrategia para ganar los partidos. Era rezar mentalmente mientras hacían cualquier cosa. El poder de la oración era importante a la hora de la verdad. Los rezadores se clasificaron en el primer lugar seguido de Brasil, Argentina y Uruguay. Era el momento en que el equipo peruano adquirió un aura mítica con el papa Francisco a la cabeza y su fórmula rezadora. Esta demás decir que el Perú conquistó la Copa del Mundo de una manera invicta y siempre rezando en cualquier circunstancia.