COLUMNA: PIEDRA DE SOl

   Por: Gerald Rodríguez. N

El 31 de marzo de este año se cumplió cien años del nacimiento de Octavio Paz Lozano, gran poeta mexicano, inconformista de la lengua española y gran defensor de la vida y la libertad. Experimentación y desconfianza de la verdadera poesía absoluta tal vez son dos de sus mayores logros que terminó por cultivar en épocas donde el arte buscaba su manifiesto original de siglo XX, después de tantas acciones bélicas y donde el mundo, en afán de querer definirse, se balanceaba entre derecha e izquierda. Por supuesto que todo este acontecimiento político causó muchos revuelos culturales, a tal medida que hasta los intelectuales de la generación de Paz cayeron en el juego de querer llevar el arte hacia un lado de la balanza política. Y es que si el arte en toda su máxima expresión no comparte una estructura política tan solo porque arte es sinónimo de libertad, Paz supo definir el mejor concepto de arte, inclusive del propio pensamiento humano, desnudando toda moral artificial con sus verdaderos ensayos donde incluía temas como la soledad y la identidad como punto eje que se tenía que fortalecer para no terminar con o sin ellos, considerándose productos de las guerras y los cambio culturales.

Paz, desde su arco de lira, en su laberinto solitario o a pie de su olmo, debajo de su árbol de pensamiento existencial, dejando arder el fuego de cada día de su poesía, huía de ser un ogro en las sombras y entonces hablaba su otra voz, esa llama doble que se manifestó en un tiempo nublado y mostró al hombre en su siglo. Entonces la búsqueda del comienzo arrancó en el verdadero arte de poetizar sin fórmulas, ni escuela  y sin recetas, arte puro en la inmensidad de la palabra creada solo por el poeta que era su propia voz, sus pensamientos de grandes días, profundo hasta escavar el barro del pozo humano, mostró el verdadero filo de la humanidad post moderna, su luz opacada a veces espejeante, que a muchos incomodó y prefirieron aislarle por su verdad incómoda, su pensamiento real y su poesía brava que realzó el siglo de verdadera poesía en horas de decadencias. Su palabra es inconforme al poder y a la falsa filosofía milenaria que muchos dejaron pasar de largo por su condición libre en la política. Rebelde como un ogro inconsistente, nunca fue enjaulado en ningún concepto, ni acomodado en ninguna escuela; a decir verdad, la belleza de su poesía y la profundidad de largo alcance de sus ensayos hicieron de Octavio Paz un intelectual minoritario, pocos en su especie en los que han transcurrido por el tiempo en el mundo. El arte de Paz buscó nuevas formas de comunicar pensamientos desde palabras tanto tiempo ocultadas por el poder, palabras como flechas en un mundo incomunicado como resultado de tanta violencia, y distorsión de lo que es bueno y malo. Paz eleva a un vuelo muy alto el verdadero arte humano, lleno de sensibilidad por la vida y el amor en épocas donde la expresión quería ser muerta y doblada. Su búsqueda fue más allá de la simple expresión gramatical, buscaba que la poesía tenga cuerpo, rostro, voz propia, y junto al ensayo, darle al arte un pensamiento, como si fuera un nuevo ser que caminase solo por el mundo derritiendo sensibilidad en el corazón humano. Entonces Paz fecundó aquel hijo por nacer y que aun seguirá gestándose en su obra, como piedra de sol.