El incremento de las lluvias en la ciudad de Iquitos trajo como consecuencia un fenómeno nunca antes de visto. En medio de la inevitable inundación y del flotar de los basurales eternos, aparecen de pronto agujeros en los techos, esquinas, veredas, pistas. Esos agujeros son profundos y no se pueden curar con simples parches. Después de cada lluvia la ciudad queda como un colador visible, una zona pulida por los agujeros de varios tamaños y honduras. Donde más aparecen esos agujeros es en las pistas recién inauguradas. Nadie sabe a ciencia cierta que como es posible que justamente en esas superficies recién salidas de fábrica aparezcan esos huecos. Pero allí están como una plaga natural o telúrica.

En estos días de noviembre, debido al incremento de las lluvias, los agujeros se han vuelto insistentes. Después de cada tempestad la ciudad queda marcada por esos huecos repentinos que aparecen donde menos se les espera. Tanto es su incremento que han logrado que en muchas calles se suspenda el tráfico de vehículos y peatones. Esto quiere decir que esas calles se quedan vacías y desoladas, perforadas de un extremo a otro por los agujeros. Se supone que la presencia de esos huecos será un inconveniente mayor que podría suspender la presente campaña política. Ello no está todavía claro, puesto que los candidatos para conseguir votos son capaces de cualquier cosa hasta de entrar y salir por los agujeros de las calles.

Es la primera vez que en nuestra ciudad las lluvias producen agujeros y ante tal situación no faltan voces que dicen que hay que reubicar Iquitos porque no puede seguir existiendo como una coladera. Se espera que las lluvias se terminen para proceder a reparar los huecos. En caso de seguir las tempestades se tendrá que buscar otro lugar para llevar a la población y liberarle de los insufribles agujeros.