Estos días pasados por agua en Madrid leía el libro de Daniel Pennac Como una novela, está escrito como si fuera una novela, pero es un alegato a favor de la lectura. No de la lectura obligada sino aquella a la que se llega por el placer, por el sano vicio de leer. Señala que la lectura tiene mucha competencia, más hoy con el tema de internet y de las redes sociales. Es una lucha titánica para conseguir lectores o lectoras. Hay que replantearse estrategias, no es un camino de rosas, Penacc lo sabe y comenta. Leía una suerte de derechos que él había compilado acerca de la lectura y de los libros. El proceso para llegar al libro impreso desde nuestros antepasados en África y otras cuevas no ha sido fácil. El paso de la oralidad a la escritura es una revolución. En Como una novela pergeña derechos algunos son discutibles, pero gran parte de ellos los comparto. Uno de esos derechos es la relectura, así ejerciendo ese derecho como lector me puse al tajo con La vorágine que creo que es una novela mal leída o que no ha tenido el momento para leerla con cierta tranquilidad ¿es un clásico de la novela amazónica? Alrededor de la novela ha habido intereses políticos que la han opacado. Se publicó en 1924, estamos a pocos años de su centenario, en un contexto de fricciones entre Perú y Colombia. Es cierto que en muchas páginas hay bulto, es ampulosa, pero quitando eso es una novela muy interesante para los lectores o lectoras amazónicas. Por ejemplo, José Eustaquio Rivera narra el gran trasiego que se convirtió la manigua por el caucho. La gente viajaba con sus sueños dorados de un lado a otro para salir de la pobreza. En cuanto, al caucho denuncia el horror que se vivió en las estancias de la goma de Julio C. Arana y de otros caucheros, inclusive, de colombianos. Cita por ejemplo que La Felpa que publicaba Benjamín Saldaña Rocca se leía a hurtadillas en las estancias caucheras porque temían que le pillaran los capataces de Arana. Menciona el descepe y sus modos de extracción de los recursos naturales pensando en las generaciones futuras. Los vejámenes y muertes en ese rincón de las mataduras como se ha convertido el Putumayo. Es decir, hay mucha miga en Rivera. Me rondan muchas preguntas. Cuando Mario Vargas Llosa escribió la gran novela La casa verde ¿reparó de las denuncias de las muertes de indígenas por el caucho que mencionaba Rivera?, ¿no le aguijoneó este tema vital para la floresta?, ¿por qué esperó tanto tiempo para abordar a Roger Casement en su paso por la Amazonía? Las preguntas están en el camino porque el Nobel comentó que leyó mucha literatura amazónica en el proceso de escritura de La casa verde. Hay que releer a Rivera, estamos en nuestro derecho.