[Esteban Quiroz, Lluvia Editores].
Está próximo a salir del horno la novela Turbación de manatíes [Lluvia Editores] del escritor amazónico Miguel Donayre Pinedo (Iquitos, 1962) y hemos sostenido con él una entrevista. Como bien sabemos él vive en Madrid desde hace unos años. Miguel ha publicado las novelas “Estanque de ranas”, “Archipiélago de sierpes”, “El Búho de Queen Gardens Street”, “El insomnio del perezoso”, “Fulgor de luciérnagas”. ”Turbación de manatíes” es una novela que transita en los años universitarios de un muchacho amazónico urbano buceando en la pachanga y el poco compromiso que es roto por la irrupción en su vida de la violencia de los ochenta y noventa en el país. Es una fábula contra la falta de empatía ciudadana y compasión por el otro.
El sentimiento de desarraigo en cada escritor que sale de su patria se hace ostensible en varias facetas, pero en ti lo noto sólo en algunas palabras de la última novela Turbación de manatíes. ¿Te has alejado del Perú verdaderamente o atravesaste el charco sólo como un pretexto para ver a tu patria en su real perspectiva?
El exilio es una opción y está en mi ADN, recuerda que mis ancestros de una parte son cazadores, recolectores y pescadores. Y trashumantes. Ser peregrino ha sido parte de mi narrativa emocional, he tenido muchas malocas desde que era pequeño. Alguien sostenía que la vida en trashumancia es una situación existencial de contrapunto, contrapuntística llamaba Edward Said. De equilibrio inestable, añadiría. En esta travesía el éxodo de la maraña fue la bocanada de aire fresco que necesitaba. Y de paso ponía en orden la casa interior que andaba de patas arriba. Me ha servido para llenar vacíos que adolecía. Optar por el exilio fue una decisión de la que no me arrepiento. Mi país, mi ciudad está presente desde muy temprano en mis quehaceres pero también la otra urbe a la que también pertenezco: Madrid, Europa, el mundo. Como los estoicos pensando en la gran ciudad. Uno camina en esa relación intermitente con los orígenes geográficos y otros lugares. Si sumamos en esta romería eterna el oficio de escribir uno aprende mucho.
En Estanque de ranas hay una investigación muy exhaustiva sobre el tiempo del caucho y su terrible secuela en la selva peruana. ¿En El Sueño del Celta de Varga Llosa qué dato importante le faltaría?
El caucho confundió a propios y extraños, todavía sigue embarullándonos. Nos envolvió en una vorágine que trastocó valores, mira el caso de los indígenas llamados racionales que mataban a personas de su misma etnia. Hay muchas lecciones. Observamos de cerca cómo funcionaba el capitalismo extractivista en la periferia (usando y asesinando mano de obra indígena, externalizando costes) y como se comportaba, al mismo tiempo, el capitalismo de cogollo o del centro, de doble moral, como en ese momento era Londres. Otra lección sería la pregunta ¿por qué sucedieron lo de las matanzas del Putumayo? Hay muchas razones. Entre ellas están las omisiones de quienes deberían actuar y bajaron los brazos, esas omisiones saldrán algún día a la luz o ya salieron pero falta una mejor lectura de lo publicado. En el contexto local se permitía ese maltrato y las desapariciones de estas personas, de ahí el mirar hacia otro lado ante los asesinatos del Putumayo. Ante todo estaban muy concienciados en que los indígenas no eran personas (me parece que ese pensamiento racista, de cosificar a personas, persiste). Que no tenían ningún derecho esos bárbaros. Pero en ese ambiente de contradicciones que vivía en el etapa de la goma, tenemos que en pleno período cauchero, hay litigantes indígenas como Bonifacio Pisango o Martina Huansi que litigaban defendiendo sus tierras y apelaban a su condición de indígenas (ambos litigantes han sido invisibles para muchos y muchas). Además, hay también indígenas caucheros, tal como hizo ostensible Percy Vílchez en una crónica periodística. Sobre el caucho hay muchas memorias que faltan por emerger, recuerda que a los indígenas (hombres y mujeres) hasta la fecha apenas se les ha dado voz sobre esos sucesos. En este sentido, me gustaría destacar el interesante trabajo que viene realizando Leonardo Tello Imaina desde la Radio Ucaramara de Nauta, recogiendo testimonios de personas ancianas que vivieron esa época. Me parece que “El sueño del celta” de Mario Vargas Llosa es una aproximación de las muchas posibles, hay peruanos y peruanas que justamente han conocido lo que sucedió en el caucho gracias a su novela sobre Roger Casement. Sobre este período nada está dicho.
¿A quién estás más cercano al Inca Garcilaso de la Vega o a Blas Valera?
Geográficamente me siento más cerca de Blas Valera, nació en Chachapoyas. Pero emocionalmente a Garcilaso de la Vega. Fue uno de los primeros mestizos en escribir y describir el mundo en que vivía. De tensiones y desgarros. De olvidos, nostalgias y recuerdos. Garcilaso es una gran metáfora del encuentro y desencuentro de mundos. Su vida conlleva un gran contenido psicoanalítico, como les ocurre a muchos peruanos y peruanas. Ambos, Garcilaso y Valera, pasaron por el test del exilio. El exilio te permite vivir en los márgenes y tu perspectiva es otra, se amplía.
¿Crees que la selva peruana esté integrada económica y culturalmente a Perú?
La floresta peruana todavía es una asignatura pendiente en la integración para los peruanos y peruanas. Somos todavía un anexo, el huerto trasero donde se acude para calmar el hambre y satisfacer las pesadillas más crueles: la marginal de la selva, el petróleo o los bionegocios (qué palabro). El Perú todavía no lo ha metabolizado. La naturaleza es tan fuerte que invisibiliza a los que moramos allí. Pero los amazónicos y amazónicas también tenemos una gran responsabilidad porque cuando hemos ocupado cargos de responsabilidad de cara al país, a la región o a la ciudad la gestión no ha sido nada relevante, han sido apocados y con poca chicha, prácticamente han pasado desapercibidos. Han estado y están en otro rollo, buscando beneficiarse desde el espacio público y divorciados de la realidad. Las oportunidades que se nos han prestado y se nos presentan las hemos venido perdiendo. Somos estrechos de miras. La vida pública se ha denigrado, la ejemplaridad pública está por los suelos. Desgraciadamente no recogen la diversidad y pluralidad de esta región, que es precisamente una de sus fortalezas, podríamos ser líderes en educación intercultural y sin embargo andamos a la cola. Ni te digo en compresión lectora. Cada vez que vuelvo siento el deterioro, la desgana, la frustración ciudadana. Hay una expresión colombiana que dice meterse el país en la cabeza, es decir, internalizarlo. En este caso país es equivalente a la región, la ciudad y a los que toman las decisiones, éste meterse la región o ciudad en la cabeza, desgraciadamente no ha tenido lugar porque nos ha ganado el cretinismo. Muchos amazónicos y amazónicas se han envilecidos desviando dinero de las arcas públicas a sus intereses privados. Es lamentable.
¿Crees que los medios de comunicación han entendido tus libros publicados o sencillamente ves que otros son los escritores encumbrados por ellos?
Bueno, el consuelo de quienes escribimos lejos de esos grandes circuitos, por diferentes razones, sería que escribimos para la posteridad (sí, suena a resignación). En Iquitos nos leen los patas y los parientes, somos “escritores o escritoras de élite”, tenemos un puñado de lectores. Cuando miras las reseñas de fin de año de los diarios limeños (y peruanos) es realmente penoso. Me produce indignación. No se salen de los tópicos y lugares comunes. Hurgar por alrededores y otros jardines está prohibido. No miran lo que se produce más allá de Lima, de cierta Lima, y de provincias ya ni te cuento. Es de un centralismo mental crónico y de campeonato. En ellos y ellas hay una gran responsabilidad. Pero felizmente hay esfuerzos hercúleos (y esperanzadores) como el de Lluvia Editores que alientan a seguir en este oficio.