El Ayayero     

Escribe: Lic. Werlinger Montes Panduro

Es un tipo especial y muy carismático, entusiasta, alegre, galante, atento, seductor coqueto (para su amo), afectivo. Tiene potencial y sus características y su manera de actuar es, en muchas ocasiones, de acuerdo al momento, desfachatado, sincero y franco. Él o ella no se hacen paltas cuando de alabar o ensalzar a otra persona se trata; sobre todo si este ostenta un alto cargo o es influyente.

El sobón es el lazarillo moderno, escudero o bastón de ciego y generalmente busca un tipo de amo que se ajusta a sus intereses. Los hay de todo tipo, modelo, estilo y gusto. En el Perú y en el mundo se da el Fenómeno Social Emotivo (FSE) que consiste, bajo condiciones socioeconómicas deprimentes o escasos, en ponerse al servicio del poderoso de turno.

Se puede considerar que la crisis económica en los países promedio están promoviendo un especie de “esclavismo emocional – material”, sabiendo que la falta o ausencia de algo obliga a buscar aquello que es necesario, que les permita satisfacer sus necesidades de la manera más increíble e inaudita.

El sobón es un sabueso. Tiene buen olfato y buen oído, buena vista y buen tacto, y es atractivo para el poderoso. ¿Quién que ostente poder no ha tenido un ayayero? Le dicen satélite, quien a pesar de no estar presente en los sucesos, lo sabe todo. Incluso se le puede considerar un superdotado; tiene poderes  sobrehumanos. Y su poder máximo es la informática; sabe linquear muy bien, usa banda ancha y su acelerador es un Speedy 1200. Y está digitalizado.

Es chismoso y de los buenos.

Tiene cachete para hablar y orejas para escuchar cualquier chisme o habladuría. Disculpen lectores, son tan sucios de contarle a sus amos el olor que dejan los buitres al levantar vuelo.

Veamos algunos ejemplos de sobonería. El amo se hace el “cojinova”, no porque no sepa ni le interesa los problemas de sus enemigos, lo hace para probar si su pelejillo cumple su función; sabe que para eso tiene a su  Felipillo. Cuando su amo se emborracha, tiene que tener siete sentidos despiertos para mantenerlo fuera de peligro. Digo, siete sentidos, porque debe ser bastante perceptivo para evitarle situaciones comprometedoras a su amo.

Por ejemplo, aquí en Loreto, hay políticos que no saben seleccionar al ayayero perfecto, tal es así que a cada momento se les ve inmersos en situaciones comprometedoras: orinar en la vía pública, mostrar parte del trasero desnudo, o pillar a una autoridad con ciertos vicios que tienen que ver con la ludopatía (con los casinos, para ser más específico), cayendo de inoportunos, ensuciando las manos en el charco, pecando de ingenuos; a otros le han ponchado mentando a la madre a un grupo de adolescentes de un colegio, y así, la lista de pecados de los políticos por una mala selección de ayayero, es larga.

A otro más, por no tener un buen sobón, se le subieron los humos y descaradamente dejó su cargo edil y se fue a vagacionar, perdón, vacacionar por las alturas de la sierra sin saber que se estrellaría, literalmente, contra el suelo. Una aventurilla que le está costando más de un dolor de cabeza y hasta la salud. Es que deporte y política no es una buena combinación. Qué falló, el olfato felino, hienesco del sobón. El sabueso no tuvo la suficiente astucia para detectar el peligro. Sucede. Somos mortales.

El ayayero es melancólico también; se siente mal si se le dice su verdad. Así mismo es romántico; de vez en cuando coge la guitarra y le canta una canción a su amo para agradarle o exigirle algo: Un aumento, una cena, unos pantalones nuevos o unos pasajes de vez en vez a la capital. ¿Ya ven? no cualquiera es sobón, ni es fácil serlo. Ah, me olvidaba, es capaz de reventarse el hígado para defenderse y de pasadita defender a su amo. Seguiremos analizando a este personaje moderno más adelante.